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nos habíamos embolado hasta el punto de no ver los vicios y ridiculez del teatro político viviente, si no se representaba en farsa en el teatro. España , á quien no habían ser vido de barrera los Pirineos, para cjue del huracán removedor del ve cino reino llegasen algunas ráfagas que sintieron los entendimientos levantados sobre el nivel del vul go, entró adelantada á otras na ciones en la corriente nueva, y en el largo periodp de su abatimien to, indolencia, oscurantismo y ser vidumbre , hizo un magnífico pa réntesis de vigor, renacimiento, esplendor y libertad. Era un paso agigantado, un sacudimiento ner vioso propio de nuestra raza. En materia de concepto de la libertad y de los derechos, ahí están nues tras cortes y constitución del año i 8 12, que nos asemejan á una nueva Roma compilando unasPandectas ó cuerpo de moderna jurisprudencia política. Pero aquel prodigio fue obra de la electrici dad del cerebro de un puñado de patricios cuya inteligencia elevada logró respirar en elevada atmósfe ra, y el nivel del pueblo español, la gran masa de los ciudadanos no podía ofrecer ese ejemplo de mi lagroso esfuerzo, ni dejar de obe decer á las eternas leyes que dis ponen que de tales causas nazcan tales efectos, y que los consiguien tes sean lo que exigen los antece dentes. El pueblo no varió de vida ni costumbres ni creencias por una parte, y por la otra, aquel bri llante rayar de un alba esplendo rosa se ocultó repentino entre nue vas sombras. El sol que en la re gión política alumbró de vez en cuando, fue verdadero sol de al quimia, sol de teatro. Al entusias mo, iniciativa y sinceridad de los


DON FERNANDO DE PORTUGAL.

padres regeneradores, sucedió el cálculo, la imitación servil de prác ticas políticas exóticas, y cierta do sis de hipocresía que lograba sacar partido de la indolencia y atrasu del pueblo, aliando magistralmento el bien público con el bien propio y medro personal. ■ En suma , nuestro ensayo de vida política á la moderna, dege neró apenas comenzado , sin que sea nuestro ánimo entrar ahora en examen minucioso del origen de esta degeneración. Es un hecho harto conocido, y basta esto para nuestro propósito. Con la fe se mezcló desde luego el escepticismo al ver la distancia in mensa que había entre la idea y el hecho, entre la predicación y la ejecución, entre el sistema y' los actos, entre la teoría y la práctica. Los que manejaban la política ba litaban de libertad y el pueblo veía cadenas y trabas por do quiera. Hablaban de riqueza y se aumen taban los impuestos y contribucio nes. Hablaban de trabajo y crecían los empleos y las prebendas. Habla ban de justicia y se aumentaba el favoritismo. Hablaban de instruc ción y no se pagaban los maestros de escuela y crecían los derechos de las matriculas y se hacían cuer pos privilegiados y aristocrático, las universidades. Hablaban de so beranía del pueblo y establecían un censo electoral que ponía el voto en manos de los ricos. Sin duda alguna que tales mues tras en los primeros pasos no eran de naturaleza de contentar ni sa tisfacer al público espectador. El pueblo conocía los males de lo pa sado ; pero todavía no veía los bie nes de lo por venir. Como dijimos antes, se hallaba conmovida la fe político-social antigua, y, sin tiempo para haberse formado otra