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su poesía, son escapados hondos suspiros de su dolor. El, por tí pena, él , por tí llora •que le enagena, que le enamora de tu belleza la claridad : esclava tuya conserva el alma; la vida suya, rueda sin calma buscando el faro de tu piedad. Pájaros, flores, céfiros, viento, con sus rumores , en dulce acento, repiten siempre triste canción ; eco constante de la que canta el bardo amante que hoy á tu planta depone humilde su corazón. En la enramada y en la pradera niña adorada, bella, hechicera de ojos de fuego, talle gentil, el nombre suena de la que él ama : fuente serena, trémula rama, lo están diciendo mil veces mil. Las cristalinas olas inquietas que, peregrinas , jamás sujetas, rocas y playas besando van ; con su quejido nunca acabado del afligido y enamorado , la acerba pena diciendo están. Todo lo agita su triste canto : todo te incita á que su llanto sequen tus besos, corte tu amor: solo tú, Cria cual piedra dura, la pena mia ves sin ternura, tú que ores causa de mi dolor. José Puig Pérez. MI QCERELLA. "Viene la primavera con su hermosura : llega el estío : del campo la verdura dora el sol con sus rojas y ardientes llamas : y tú , ingrata señora , ¡nunca me amas! Sale vertiendo perlas la blanca aurora : y siguen á su carro Apolo y Flora. Responde el eco amante si se le llama ; mas mi hermosa saeñora , ¡nunca me ama! Lánguido en el ocaso se hunde profundo , el astro refulgente que alumbra el mundo. Reina de la hermosura, flor de las damas, en esta hora de amores ¿por qué no me amas?... Tiende la hermosa noche su negro manto. brilla la dulce luna astro de encanto : y en tanto la contemplo, mi alma inflamas. mas tú , ingrata señora , ¡nunca me amas! TOLONDRON Y EL ESCUDERO ITALIANO. (coktihüaciok.) En 3 de abril de 1786, escribía á un compatriota suyo las siguientes líneas, alusivas á sn Tolondrón: «Ayer remití á la imprenta el último pliego de una obra que he borroneado contra un Buonafede británi co y que tarde ó temprano llegará á manos de usted El poco vigor mental que me resta, lo he puesto todo en la tal obra, que seguramente será el último re&plandor de mi linterna.* Asi, pues, la vida literaria de Baretti comenzó y ter

minó con una sátira. Bastará esto para formarse una idea de su fuerza en esta línea. El hombre , como la avispa, conoce siempre si está dotado de aguijón, y ra ro es que deje de usarlo aquel que lo posee. En el re trato que un amigo suyo nos ha dejado de este escri tor, observa que era afable, simpático, gracioso y to lerante en todo y para con todos , menos cuando creía que se le despreciaba. Como el amor propio es el único juez en esta materia y siempre juzga apasionado, fácil es que se equivoque á cada paso, y conviene tener esto en cuenta al juzgar sobre su querella, en la cual verá el lector confirmada esta reflexión, que se escapó de su pluma en un feliz momento, y cuando estaba ageno de incurrir en la falta misma que denuncia: «¡Es tan fácil acertar alguna vez , cuando se quiere buscar defectos aun en las mejores obras de los hombres! > Bosquejados ya los caracteres literarios de ambos controversistas, el buen órden exige ahora que expon gamos algunas observaciones generales acerca del prin cipal objeto del debate. La cuestión del comento del Quijote, como casi todas las que este libro ha promovi do, no se halla, á nuestro entender , resuelta satisfac toriamente. En la época á que nos referimos, acababa de iniciarse, y nueva entónces, es preciso convenir en que se trató de una manera mas formal que lo ha sido después, á vueltas del tinte cómico burlesco que quiso darle el satírico italiano. Hablando con propiedad, la materia no ha vuelto á ser objeto de discusión seria ni jocosa, porque sólo se discute lo dudoso. Lo que Quin tana y otros han dicho del comento literario, no se rerefiere á su legitimidad ó legalidad, sino á los vicios de su ejecución. ¿Cómo podría, en efecto, discutirse hoy que el Quijote no necesita anotación literal , cuando con tanto aprecio miramos el trabajo de los que nos han restaurado el texto, salvándole de la corrupción y con tinuo adulterio de las ediciones de surtido ; cuando en nuestros dias, y por efecto de las lentas y no interrum pidas revoluciones que se verifican en el lenguaje como en las ideas y costumbres, multitud de palabras en otro tiempo familiares han desaparecido del uso por com pleto? Baretti resistió al comento con todas sus fuerzas, entre otras consideraciones menos plausibles , porque volvía la vista á lo pasado y no hallaba precedente, por que la voluminosa anotación de Bowle le parecía una innovación extravagante. En esta parte hacemos á Ba retti justicia, creyendo que hubiera combatido tal proÍiósito, siquiera le iniciase un español ; y cuando asi no uese, no habría faltado dentro ó fuera de nuestra pa tria quien se opusiese al comento literal , como no han faltado después quienes resistieron los primeros ama gos del comento filosófico. En resolución , boy porque es ocioso y ridículo el negar un hecho evidente , y en el pasado siglo porque la época, la sorpresa misma de la innovación, ó las circunstancias desventajosas de la polémica impidieron el mirar la cuestión mas desa pasionadamente, el resultado es que no puede darse la materia por discutida, y ya que se halla, como suele decirse, sobre el tapete, parece natural que la exami nemos en breve espacio. El comento del Quijote fue suceso vaticinado por Cervantes , aunque la iniciación parece corresponder á nuestro erudito Benedictino fray Martin Sarmiento. Cervantes profetizó que la erudición y la filosofía, que el escoliasta y el comentador propiamente dicho, ten drían que hacer con el pobre loco de la aldea de la Mancha: y este pronóstico se fundaba en las mismas razones y "reconocía el mismo origen que todos los de más que hizo sobre la popularidad y fama de su libro, y que han tenido en la nistoria su cabal y exacto cum plimiento. Para decirlo en una palabra: Cervantes te nia conciencia de lo que hacía, vislumbró su inmorta lidad, único bálsamo que le confortó y sostuvo con la sonrisa en los labios hasta el fin de su trabajosa y asen dereada vida ; y asi se comprende cómo miramos con respeto esos arranques , que en un escritor mediano calificaríamos de necio orgullo y vanidad presuntuosa. Bowle citó las palabras de Don Quijote en su plática con el bachiller Carrasco como corroboración del acier to de su empresa ; pero pudiendo quedar en algunos cierto género de duda sobre el tono de las expresiones del hidalgo, no liaremos mérito de ese pasaje. La alu sión directa al comentario , tanto de la letra como del espíritu, se halla en los versos de Urganda la Descono cida, y los pies cortados de la poesía no impedirán á los lectores el conocimiento de su significado , por mas que venga de parte de una famosa Maga, cuyo lengua je confesó Clemencin que no entendía y que todo en él era sombra y oscuridad. Algo lastimados en verdad se encuentran los tales versos , de resultas del descuido con que por mucho tiempo se miraron, hasta el punto de descartarlos de las ediciones como cosa inútil y pe gadiza, y que nada tenia que ver ni entender con el Ingenioso Hidalgo. Asi es, que sobre ser cojos de na cimiento, los dejaron mancos y estropeados a puro yer ro de imprenta: y en algunas partes los rotos y remien dos, las soldaduras y restauraciones según el principio del poeta Maulcon de dé donde dierel los han puesto de modo, que su mismo autor sin duda los descono ciera. Con todo eso, la primera décima ó Espinela, como se decía entonces y debia decirse siempre, siquiera

175 I por recordar el nombre de otro ilustre ingenio de aquellos tiempos, ha quedado bastantemente lozana y entera para darnos á entender el espíritu que encierra. Ahora bien, la profecía de Cervantes no se referia ciertamente al comentario individual , privado , á esa opinión tan vária é infinita como infinito y vario puede ser el número de los lectores y su distinta capacidad de comprehension del lenguaje y espíritu de un libro. Esta interpretación no es materia de vaticinio, asi como no lo es, por ejemplo, la sucesión de las estaciones del año , ó cualesquiera otros fenómenos que obedecen á leyes eternas é inmutables en el órden de la natura leza. Semejante alusión se contaría en el número de las profecías, que hicieron inmortal al adivino de Marchena, según la tradición antigua del vulgo; porque, en rigor, no hay libro malo ó bueno, grande ó peque ño , que en el mero hecho de tener lectores no tenga comentadores , y á este comento están sujetos no solo los libros, sino los actos y las palabras de los hombres, desde el momento en que se someten á juicio. No hay libro que no pase por debajo de arcos de triunfo y de horcas caudinas, según que tope con panegiristas ó detractores ; ni autor que pueda adaptar la expresión de sus ideas á toda clase de inteligencias, y en este sentido, comento espiritual y comento literal son con secuencias indeclinables, no solo de las obras literarias y científicas, sino de toda operación del entendimiento exteriorizada por la palabra ó por la escritura. Cervan tes se referia, pues, al comentario formal, que aparece en el momento en que una producción del ingenio hu mano asienta su monarquía en el orbe de las letras, se hace popular y permanece inamovible en medio del movimiento, cambios y transformaciones de los siglos: cuando la unanimidad de votos la consagra y eleva y la rodea de prestigio : cuando los hombres, admirados de ver que aquella obra subsiste mientras que todo en torno pasa, que aquella obra vive, mientras que todo en torno muere, que aquella obra se eterniza, en medio de cosas fugaces y perecederas, comienza á mirarla con veneración y con respeto. No hay monumento del ingenio humano que , llegado á esta altura , no haya puesto á su servicio la erudición y la filosofía. Sobre un fugaz meteoro, sobre un fuego fatuo, sobre una exhalación rápida y pasajera, no hace el astrónomo las observaciones que sobre un cuerpo celeste que en la esfera ocupa una posición permanente. De igual modo hay en el cosmos de la inteligencia ráfagas que brillan mientras desaparecen y astros que se fijan en la esfera para ornamento y luz de generaciones y generaciones. La observación solo es posible sobre estas lumbreras, y á imitación del astrónomo , no descansa la actividad humana hasta explicarse su forma, su esencia, sus leyes y relaciones. Naturalmente , el prestigio necesario para que esta obra del hombre atraiga hácia sí las miradas de todos, es el resultado de opiniones y juicios privados y espon táneos. La sociedad comienza siempre por creer en el §enio, y solo al cabo de largo tiempo logra comprenerlo. Esta época de creencia tiene su entusiasmo y aun su fanatismo. ¿No se ha visto entre nosotros pasar el Quijote del Palacio á la cabana , de las manos del letrado á las del ignorante , sin que por muchos años se ocurriese á ninguno, que el Quijote podría tener los defectos y lunares que después severos críticos le han encontrado? Ni aun las erratas de imprenta disminu yeron, en lo mas mínimo el gozo que al leerle recibían nuestros creyentes abuelos, incapaces de sospechar, que el texto se iba corrompiendo y degenerando en manos de escribas y fariseos solo atentos al lucro y á la explotación del entusiasmo. Pero de este período de fe ciega se pasa á otro de libre exámen, al que sirve de intermedio una especie de curiosidad supersticiosa. La forma, lo visible, lo exterior es lo que primero la induce á ponerse en ejercicio. Esto es lógico, igual pro cedimiento empleamos ordinariamente en todos nues tros juicios. Antes de conocer lo interior conocemos lo esterior, y el juicio de las fisonomías precede de ordi nario al juicio de las calidades de las personas. Pero aun en este primer movimiento de la curiosidad, ¡qué órden y parsimonia tan admirables ! ¡cuánto respeto y miramiento , bien asi como aquel que se asombra de su propia osadía, al tocar de cerca aquello que de lejos habia por tanto tiempo respetado! Para valemos de un símil diríamos que imita el observador, á aquel que, pretendiendo examinar un árbol frondoso , comienza por parar su atención en el tejido imperceptible de las mas pequeñas hojas , y goza de nuevo encanto al ver descubiertas nuevas curiosidades, que habían pasado á su vista desapercibidas. A este anhelo de exámen da origen también cierta superstición mezclada con la primitiva y ciega creencia. La veneración que se tiene al genio hace extender este sentimiento á todo lo que con él tiene contacto. Cuanto el genio toca con sus alas, parece que queda santificado, ó al menos, en mayor opinión y estima que la que antes gozaba á nuestros ojos. Objetos frivolos y pueriles adquieren importancia por su mera relación con el hombre de genio. Este es un fenómeno constante observado en la posteridad de los grandes hombres. (Se conliTmará.J Nicolás Díaz Behjosea.