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y las gentes del Norte procuran que resida en la nación y no en la suerte ciega, ni en los destinos incomprensibles y nebulosos la virtud de engendrar grandes figuras. Cada loco con su tema.

Como quiera que sea , ello es lo cierto que el prestigio del primer Napoleón vá decayendo , y hasta el pueblo va poniendo en olvido las canciones de Beranger sobre el héroe del redingote gris. VA pobre pueblo tiene un Napoleón sin guerras ni victorias, y cuando en oarnbio esperaba libertad , porque algo debe dar el que aspira a fundar una dinastía, le encuentra siempre con oídos de mercader. Por de contado que en el cuerpo legislativo no ha tenido la acogida que el emperador esperaba. Habia allí noventa y nueve diputados, vencíaos en el proyecto de aumento de pensiones á los maestros de escuela de la Francia, y no era ocasión oportuna, para venirse pidiendo gracias en favor de los restos del gran ejército. Señales son estas de que el elemento militar se halla en baja, y confiadamente puede esperarse en que no habrá guerra , porque no le acomoda al huésped de las Tullerías en estos momentos, ocupado su ánimo en las futuras elecciones generales. Tampoco, por más que digan, hay serios temores de que se agrie y envenene la cuestión entre norte-ame ricanos e ingleses sobre el Alabama hasta el punto de llegar á las vías de hecho. El desprecio con que el Se nado acaba de mirar los laboriosos esfuerzos de lord Stanley por llegar á una solución en el negocio, no allera la bdis de los isleños. Los Estados-Unidos repre sentan el caso de un hombre de bien , á quien los chi cos de un honrado vecino han dado un varapalo casual mente levantándole la epidermis. El vecino ofrece pa garle los gastos de hilas y ungüentos, y por añadidura una indemnización ; pero el buen hombre es rico, es tá ofendido, y sobre todo , le duele la parte lastimada y no hay que hablarle de componenda metálica. No hay otro recurso sino esperar á que se cicatrice la he rida y se le baje la cólera con el tiempo, ó como dicen algunos arbitristas del otro bando: esperen ustedes, señores yankees, á que ténganlos nosotros una guerra, hagan otro Alabama y salgan por esos mares a tomar el desquite, y quedaremos en paz. No puede darse pensamiento más equitativo. En el resto del mundo, á excepción de los disturbios en Portugal, de que están al corriente nuestros lecto res, y de los sucesos de Cuba, que harto preocupados tienen los ánimos de los españoles para que su reseña breve en este lugar pueda escitarles curiosidad alguna, no se ofrecen sino los consabidos puntos negros, espe cie de cometas opacos que ya se acercan al Mediodía y anuncian una guerra civil en España y un cataclismo en Francia, ó ya se inclinan al Oriente y amenazan una alteración en el mapa de Europa. Por lo demás, España está comparativamente tran quila , á pesar de lo atareados que se muestran los di versos profesores del arte de curar males sociales, y de los infinitos bienhechores que por puro amor paternal quisieran echar sobre sus hombros el peso del manejo de nuestra casa é intereses. La Constitución va pasan do por el tamiz de la polémica sus artículos, y todos, confiados en Dios, y con el fusil cargado, esperamos que el tiempo arregle varios negocios de solución em barazosa. Allá veremos. Nicolás Díaz Bknjlmea.

Los profesores del Colegio Real de Medicina de Lon dres han completado la obra en que por espacio de lar dos años trabajaban, y cuya publicación, hecha recien temente, señala una nueva era en la clasificación y ilatos estadísticos de las enfermedades. Intitúlase: «Nomenclatura de las enfermedades,» y está hecha -con la mira de establecer una definición clásica y au torizada, de todas las formas conocidas de dolencias corporales que requieren tratamiento quirúrgico. La comisión nombrada por el colegio en 1857, con las al teraciones y adiciones consiguientes en este largo pe ríodo ha trabajado incesantemente y con el mayor es mero para llenar la inmensa cuanto dificultosa tarea ■que se le encomendara, valiéndose del concurso de los ijiédrcos y cirujanos más hábiles y famosos d.e Inglater ra y de otras naciones. De cada enfermedad se habla separadamente con el epígrafe ó nombre oue le corres ponde dado en latín, francés, alemán, italiano é inglés, agregando á la expresión en este último idioma las notas é ilustraciones que pueden contribuir á caracte rizar mejor la enfermedad que se califica ó nombra. Esta obra es una muestra elocuentísima del espíritu de la corporación que la ideó y llevó á cabo con una lau dable perseverancia, y ha de prestar grandes servicios á todos los que se dedican á la medicina, á quienes recomendamos su adquisición.

La ciudad de Lyon, ha invitado á concurso á los ar quitectos de todas las naciones, para escoger el mejor jilano que se presento do una escuela de Bellas Artes, con galería para exhibiciones.

EL MUSEO UNIVERSAL. AEREOSTATICA MILITAR. Cuando Mr. Charles y los hermanos Montgolfier hi cieron en 1783 , los primeros ensayos de navegación aérea , hubo ya un entendido observador , que sugirió la idea de aplicar este invento á las operaciones de la guerra. Llamábase Meusnier, y su memoria, leída ante la Academia francesa en aquel mismo año, le valió la consideración especial de los sócios y la comisión que el entonces ministro de la Guerra, barón de Breteuil, le dió de proseguir adelante en sus útiles investiga ciones. Sin embargo, el primer esperimento práctico se hizo diez años después en el sitio de Valenciennes, á instancias del coronel de ingenieros Tholozé, el cual despachó un pequeño globo con una pequeña cartera conteniendo una carta dirigida á la Asamblea nacional, indicando en el sobre que se daria una recompensa al que la encontrase y llevase á París, á su destino. El viento fue favorable al principio, pero luego cambió y vino á parar la carta á manos de los enemigos. La atención que por entonces habia despertado el mejoramiento y adelanto en los materiales bélicos, hagrta el punto de haberse formado una comisión científica con este objeto, hizo que Guyton de Morveau presen tase al debate la cuestión aereostática , la cual fue ad mitida á exámen con condición de que no se usase el azufre al manufacturar el gas hidrógeno, porque te mían que estando incomunicados, por la guerra , con los puertos de Sicilia , de donde recibían dicho ar tículo , se perjudicase en mucho la fabricación de la pólvora. Entonces se hizo la prueba de fabricar hidrógeno, según la indicación de Lavoisier, aplicando una co lumna de vapor á una superficie de hierro candente, con cuyo procedimiento y consejo que se tomó de Jourdan, entonces jefe del ejército del Norte, se estable cieron los talleres y demás dependencias en el castillo de Meudon. Se estableció asimismo un sistema de señales para dirigir los globos , elevarlos ó bajarlos , y otras , para comunicar las órdenes de los generales á los aereonáutas en observación. Antes, las reseñas de estos las en viaban por medio de cuerdas. Después, se dispuso que llevasen pequeños sacos de arerfa, á los cuales ataban el papel con las observaciones que habían hecho. Conclusos los preparativos, se practicó una prueba general de todas estas mejoras, elevándose el globo en donde iba el general Coutelle hasta 540 metros y des cendiendo sin ningún accidente , aunque sólo diez hombres le tenían asegurado con cuerdas; y tan satis factorio pareció este resultado que, por decreto de 2 de abril de 1704, se dispuso la formación inmediata de un cuerpo de aereosleros. cuya armas eran sables y pisto las, y fue agregado a la artillería y pagada la gente como artilleros. Apenas formada la compañía fué á unirse al ejército, que el dicho Coutelle mandaba, quedando el ingeniero Conté al frente del establecimiento que desde entonces tomó el nombre de Instituto aereostatico, y en el cam po mismo de operaciones se construyeron las fraguas y demás aparatos ^para comenzar desde luego el servi cio con arreglo a la teoría adoptada por el estableci miento de instrucción. El primer globo beligerante tuvo por nombre El Emprendedor , y el mismo Coutelle , acompañado de un oficial de estado mayor , verificaba en él dos ó tres ascensiones diarias. Poco después recibió este jefe la órden de unirse á Jourdan que marchaba sobre Cbarleroi, y sus tropas se pusieron en marcha llevando el globo inflado sujeto con maromas por los aereonáutas. En la batalla de Fleurus que ocurrió en seguida, el globo estuvo ocho horas en el aire, y como el viento que soplaba era fuerte, hubo necesidad de sujetarle con treinta carros que fueron atados á las cuerdas. Guyton-Morveau escribía el día siguiente á la Asam blea Nacional : «Tuve la satisfacción de observar que los generales aprueban el empleo de esta máquina, hasta el punto de subir en ella. El general Morlot estuvo ayer dos ho ras mirando con telescopio. Envió dos órdenes que fueron llevadas al punto al general en jefe, y está per suadido de que ést:is contribuyeron grandemente al éxito de nuestros movimientos.» No todos los generales franceses estaban de humor de subir á tales observatorios. Se cuenta de Bernadotte que proponiéndole subir, dijo : «no, yo prefiero el camino de los asnos.» Por entonces se formó otra compañía d" aereonautas, ó mejor dicho, de globcros, y esta invención aplicada á la guerra llamó mucho la atención de las naciones aliadas, puesto que un general inglés que se hallaba sirviendo en el estado mayor austríaco , escribía á su jefe: «Parecía que los ojos de los generales franceses estaban do quiera en nuestro campo.» Este mismo glo bo , que no dejó de sufrir accidentes , sirvió en la Y)atalla de Adenhoven , en la captura de Bonn, y en las operaciones de Ehrenbreitstein, en que los austríacos le asaltaron con fuego de cañón y fusilería; pero no le hicieron daño. La segunda compañía de globcros fue enviada con El Emprendedor a unirse al ejército del Rhin , en

donde Coutelle hizo reconocimientos sobre Maguncia con tantos riesgos, que el mismo gobernador de Ta pla za le envió parlamento, suplicándole que no expusiese de aquella manera su vida ; porque en efecto, le veian subir y bajar rápidamente á merced del viento, que á veces arrastraba grandes distancias á los que sostenían las cuerdas. Los oficiales austríacos tenían en gran es tima á este jefe. Cuando con una bandera de paz atra vesó el Rhin, cerca de Manheim fue rodeado por aque llos , que le abrumaban con preguntas y felicitaciones. Un ayudante que acompañaba á Coutelle, le advirtió que si las cuerdas se rompían, iria á caer en el campo enemigo.— «Señor ingeniero aéreo , respondió un ofi cial superior austríaco, nosotros sabemos apreciar el valor y el ingenio : estad seguro de que seríais recibi do con todas las muestras de consideración.» Las tropas que combatían con los franceses , al ver de repente un curioso observador sobre sus cabezas tomando notas con mucha tranquilidad , estaban per suadidas de que ninguno de sus movimientos podía ocultarse al adversario. No obstante esto, poco se habla de globos ni observaciones después de la época dicha; si bien al partir Bonaparte para Egipto en 1798, hizo que se formase una compañía de globeros ; mas no se verificó ascensión alguna en esta campaña por haber caido todo el material en poder de marinos ingleses. Es mas, en 1802 se cerró el Instituto de Meudon á pesar de qúe se habia decretado que la aereostática formase parte de h enseñanza en el cuerpo de inge nieros, y debe creerse que esto fuese resultado, ya de falta de arrojo y energía en los oficiales que sucedieron á Coutelle, ya de que se abandonó por los defectos que en el sistema se notaban. Pero si la práctica cejó, la teo ría continuaba en actividad , y por aquel tiempo publi có Mr. Lometuna «Memoria sobre el empleo del sex tante en las observaciones aéreas» , y aun se dice que por este medio formó un plano de París. Refiere el conde de Segur que un artífice alemán construyó en 1812 un globo monstruo por órden del emperador Alejandro , con el objeto de elevarse sobre el ejército francés, buscar á Napoleón y arrojarle enci ma una lluvia de proyectiles. Tenia cabida para cin cuenta hombres ; pero en la prueba que con él se hizo en Moscou , se rompió la máquina que habia de guiarlo y se abandonó el proyecto. Carnot organizó también un servicio de globos en Amberes, en 1814, 'y un oficial inglés, por aquel tiempo defendió asimismo la utilidad de globos-obser vatorios como medida defensiva contra la temida in vasión; mas parece que sólo obtuvo por apoyo los chistes y las sátiras de los caricaturistas contemporá neos, los cuales venían, de atrás, tomándola con ahinco contra la manía de los globos que se habia desarrollado en Francia y en Inglaterra de resultas de los ensayos de los Morilgolfiers. El distinguido astrónomo Biot, refiere, en efecto, que en la época de su infancia ha bia en un molino, cerca de Grenelle, un globo-observa torio , sujeto con cuerdas , como hoy dia el famoso Cautivo, que tanto ha dado que hablar en París y que ver á los concurrentes al Hipódromo. Pues á este punto acudían los parisienses como acuden los hijos del Neva á sus montañas rusas; sólo que, como en todas las cosas sucede, acabó por enfriarse el entusias mo una vez satisfecha la curiosidad. Poco después tratóse de introducir una mejora en los efectos de los cohetes, como señales, uniéndolos á para-caídas, y el famoso Congreve hizo un experimen to de estas señales , que producían el efecto de ilumi nar por cinco minutos un circuito de tierra del diá metro de un cuarto de milla, que fue el primer ensayo ó el embrión del invento usado hoy por los ingleses en su expedición á la Abisinia y de que tanto ha hablado la prensa periódica de Europa. Casi olvidada en Francia la aereostática militar, tuvo la suerte de revivirla en 1820 el coronel Reveroni Saint-Cyr, y diez años después se construyó un globo bajo la inspección del aereonauta Margot , con des tino á la expedición de Alger, del cual , sin embargo, no se hizo uso alguno. Allá por los años de 1850, la Inglaterra volvió á acordarse de este auxiliar y se construyeron varios glo bos pequeños para algunas de las expediciones que sa lieron en busca de Franklin , recordando tal vez que dos años antes habían apelado á estos microscópicos Montgolfieres los insurrectos de Milán para repartir proclamas del gobierno provisional por toda la Lombardía, y que también el Austria, con el maligno in tento de que le dió ejemplo la Rusia, habia prepara do en el cerco de Venecia en 184!» , una bandada de 200 globos, cada uno con una bala explosiva de treinta, para que cuando fuese el viento favorable, pa sase por la ciudad y prendiese la espoleta hecha con ese calculo, haciendo caer sobre la reina del Adriático esa nueva lluvia de proyectiles. Hasta aquí lo hecho en Europa. Pero lomaron mano en ello los gigantes del Norte-América y se vieron co sas estupendas en la aplicación que en su colosal guerra hicieron de la aereostática. Basta citar dos ejemplos: el del globo Montaña, que se elevó en Washington á la altura de milla y medía y pasó reposadamente por encima del campo enemigo, que fue examiuado con todo placer y comodidad , hasta que arrojando lastre,