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. _ Precio he la mención.—Madrid: por números iMJJVJ. 1 /. sncltosj-2 rs.; tres meses 22 rs.; seis meses -42 rs.; un año 80 rs.


REVISTA DE LA SEMANA.

ronde , solemne ha sido en la no che del viernes pasado la cele bración del ani versario del dia en que un ancia no y pobre espa ñol , alojado en lóbrego y misero albergue , dejaba esta cárcel del mundo , donde toda incomodi dad tiene su asiento , y todo iriste ruido hace su habitación, legando al mundo una mina de riquezas y alegrías en ; nos centenares de ho jas cubiertas de humilde pergamino. Tiempo ha que veníamos clamando porque la forma ile solemnización de este aniversario se acercase en lo posible al espíritu que en él debe presidir, y vemos con gusto que nuestra voz ha tenido eco , y nuestras advertencias han sido escuchadas por los apasionados ríe nuestro gran ingenio. Si aun no se ha llegado al plinto que deseábamos, estamos en camino por lo méíos, y de esperar es que cada año veamos dar un nue vo paso hacia su realización. Lo que no podemos dejar de repetir es, que nos pa rece más propio solemnizar el día del natalicio que no el del fallecimiento de Cervantes. La Academia escogió el templo per teatro de esta solemnidad y se acordó más del mome;i!o triste en que perdimos que no del fausto en que ganamos el tesoro de tan rara inteligen

MADRID 2o DE ABRIL DE 1869.

Provincias.—Tres meses 28 rs.; sois meses 5(1 rs.; un año iWi rs.—Ccba , Pcerto Kico t Extranjero, ANO XIII un año 7 pesos —America y Asia, 10 á lo pesos.

cia. En nuestra opinión, la juventud, ménos tétrica por naturaleza, debe seguir el opuesto rumbo, y no inspi rarse en entusiasmo Inicia e] porvenir al través de imá genes de muerte. Y ya que de muerte hablamos, aunque no mueren jamás los inmortales, consagremos algunas reflexiones á la partida de este valle del inmortal autor del Quijo te. Murió Cervantes como los grandes genios morían en la época en que la inteligencia era para el hombre como la marca del forzarlo; en que se necesitaba del martirio para santificar las creaciones del espíritu; en que el alma parecía estar destinada á remontar su vue lo á costa de humillaciones y abatimiento de la vil ma teria su enemiga. El espíritu de nuestro siglo ha rectificado antiguas convicciones respecto al paso de estos cuerpos lumino sos al través de lo opaco de nuestra atmósfera, y tal vez mientras ríe con el autor de la más excelente fá bula que imaginó el ingenio; mientras consuela ó dis trae sus penas con la filosófica y cristiana resignación del que supo quejarse sin amargura , corregir sin en cono, criticar sin hiél, y hacer asunto de sabroso en tretenimiento la historia de un corazón desgarrado, tal vez exclama: ¡no mas Quijotes] ó lo que es lo mismo; no mas ingratitud para con los buenos, no mas olvido de merecimientos, no mas persecución de inocentes, des precio de virtudes, envidia del saber, ni cruzadas con tra los hombres eminentes, que al fin y al cabo han de ser, andando el tiempo, la gloria de la patria y el azote y vergüenza de sus verdugos: ¡no mas Quijotes] ó lo que es lo mismo, no mas tragedias ficticias pintura de tragedias verdaderas , que basta que un grande hom bre haya sido víctima y juguete de su siglo, y pinte su tormento con los más helios colores para ejemplo de ingratitudes de los hombres. Nosotros, los españoles, que en la tabla del nombre de Cervantes hemos podido navegar firmes y orgullo sos mientras habíamos echado á fondo loria nuestra grandeza y consideración ante los ojos de la Europa ¡ civilizada; nosotros que llegamos al triste término de I sar llamados grandes, gracias á la sombra del vetera- ; no de las guerras de Italia que con su inmensa estatu ra nos cubría , no podemos ménos de consagrar este aunque breve espacio á la memoria de nuestro gran escritor, á quien quisiéramos fuese desagravio la cor riente de las ideas del siglo, tan solicito en honrar sus I

grandes dotes, como lo fue el suyo en tenerlas en poco ó darlas al. silencio del olvido. Vengamos ahora á la política. El gran caballero andante de los modernos tiempos, el jefe de una nación que se precia de combatir por ideas , después de haber corrido las cinco partes del mundo en busca de aventuras, con diversos motes en su escudo, quiere sentar ahora el pie en casa, y saca en la armadura esta nueva letra ó motto: «Energía en los asuntos propios, y pasiva espectacion en los ágenos.» No hay pues que eslrañar, que tanto haya aplaudido el discurso de Mr. de Lavalette, gran tópico de las con versaciones de los parisienses, de los periodistas y de los diplomáticos, por estar sembrado de pacíficas pro testas y aseveraciones. Verdad es que este aplauso, que entre paréntesis, á nadie sorprendió mas que al orador mismo, fue efecto del momento, y cuando hu bo espacio para la reflexión y vió el arbitro de la paz y de la guerra que el señor marqués había tirado de la manta, hablado como cristiano viejo y acabado con el misterio y tinte ambiguo que caracterizaba la retó rica imperial, dícese que ha dado al diablo tanta fran queza. La carta del emperador que acrecienta las pensiones de los veteranos en memoria y obsequio al proscrito de Santa Elena, ha sido viva y opuestamente comediada por la prensa. Los fetichistas dicen que tributar este homenaje á la memoria de los grandes hombres, es re conocer una de las mas visibles manifestaciones de la voluntad divina. A lo que otros mas práclicos contes tan : No, no son los hombres, por grandes que sean, los que constituyen la grandeza de las naciones. Una nación libre y próspera es la que asegura la grandeza de los que han contribuido á su libertad y bienestar. Para un pueblo libre no hay seres excepcionales , ni misteriosos, ni legendarios , sino grandes ciudadanos y honrados hombres públicos como Washington. Con esa teoria de hombres llamados providenciales solo se crean dictaduras; con las dictaduras, tiranías, y con las tiranías se pierden las naciones. Pero de casta le viene al galgo; lo de ser rabi-largo. La raza latina prefiere mas bien una gran masa de me dianías, y en medio un ídolo extraordinario, semi-divíno, y levar '-nlo sobre los hombros ile su entusiasmo;