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mucho mayores, alguna de ollas con mas de cien ex cavaciones, en las que se veian establecidas comunica ciones en gran escala del interior al exterior para ma yor facilidad del trabajo, y calzadas por las que en camellos podian trasportarse provisiones ¡i todos los puntos mas distantes de las minas. Como a' cosa de media legua de estas minas Mr. Cai|laud descubrió una torre griega y quinientas casas que se conservaban aun en buen estado, ¡í pesar de

que según todas las probabilidades hacia mas de dos mil años que se bailaban deshabitadas. «Los antiguos se cuidaban tan poco de facilitar el trabajo de las minas, que muchas de las que ellos esplotaron se mirarían hoy como impenetrables. Los mi neros lenian que arrastrarse ó deslizarse ya á gatas, ya echados de espaldas , á lo largo de las estrechas gale rías y desviándose en todas direcciones para seguir los filones de talco, mica, ó pizarra arcillosa, y caminando

á veces en aquellas posiciones un trayeclo de cuatro cientos ó quinientos pies. Donde se encontraban loses quistos en grandes masas, se hacian grandes excava ciones para que pudiesen operar algunos centenares dihombres, y desde allí se abrían numerosas galerías que se extendían ¡í gran profundidad en forma a de La berinto.» Los exploradores tuvieron que abandonar el Irboj > por aquel año á causa de haber faltado las periidi^i

CEREMONIA DE LA PURIFICACION DE LA CATEDRAL DE BURGOS. lluvias propias de la estación. Después de haber bus cado en vano las fuentes que debieron de servir á los antiguos mineros del monte Zebarah, Mr. Caillaud se vió precisado á retirarse per la falta de aquel preciso elemento. De ciento cincuenta hombres y el correspon diente, número de camellos con que contaba al princi pio, quedó reducido al número fie treinta , y los envió A donde pudiesen procurarse agua para su subsis tencia.

  • ¿Qué podia yo hacer, esclama, con treinta hombres

en aquellas minas inmensas donde podian emplearse

cinco mil sólo en la operación de despejar los escom bros.» Según la tradición, Aly Bey trabajó una parte de aquellas minas un siglo antes. Mr. Caillaud reconoció fácilmente cuatro excavaciones tanto más recientes que las otras cuanto era más oscuro el color del talco y del esquisto. En el valle de Zebarah, sólo se veían ruinas de algunas viviendas, restos de una mezquita, algunas inscripciones árabes, y varios sepulcros musulmanes pertenecientes á una época reciente. Mr. Caillaud llevó al bajá algunas diez libras de es

meraldas recogidas en las minas del monte Zebarah. Con alguna escepcion estas piedras eran de un verde pálido, con jardines y llenas de vetas. Esta clase de es meraldas es bien conocida en el comercio del Cairo ó en Constantinopla, en grandes y pequeñas piezas agu jereadas para pendientes. Los arreos de los caballos del Sultán están también adornados con esmeraldas de esa clase procedentes de las minas del Egipto. La esmeralda puede encontrarse en todos los Ierrenos graníticos. En Adoulschelon, en Siberia, se las h II i incrus-