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LA POLITICA BAJO EL PUNTO DE VISTA FKMENINO.

—Que genles tan poco músicas —¡Sin Real! ¿Quién lo digera? —Yo lo dige en el momento de oír el himno de Alcolea.

—Jamás. Era todo un hombre de mundo, fogoso, alegre, de conversación chispeante, simpático y con un partido asombroso en la sociedad. Pero repentinamen te desapareció del bullicio y animación de la corte, y algunos meses después de su brusca retirada regresó al liogar paterno, completamente cambiado: El motivo de esa trasformacion es un arcano para todos. —Más la causa de ese misterio... —¡ Ah, querido primo! Veo que la curiosidad no es monopólio exclusivo de la mujer. Adivinaba la tuya ; pero serás la escepcion del silencio que para con todo el mundo me he impuesto á cerca de una historia úni camente conocida de una criatura angelical, de Emilio, no en toda su estension, y de mí. —¿Amores desgraciados, acaso? —Y algo más. Ya te diré; por hoy basta.' —Pero es queme dejas en la misma ó mayor curio sidad con tus misterios. —Es que por nada del mundo quiero cometer una indiscreción, á cuyo beneficio sorprenda ese joven mi conocimiento de sus más íntimas penas, y ine asus tan las consecuencias. —De modo, que nada sabré. —Esta noche no es posible. —En ese caso, valia más que nada me hubieras dicho. —No seas tan impaciente, hombre. —Es que me ha interesado la tristeza que descubro al través de ese aire glacial y altivo porte de Emilio, y comprendo que sufre. —Y mucho; porque es muy noble, y los remordi mientos... —¿Es acaso un criminal? —Basta, primo mió, por esta' noche. Necesitamos descansar los dos. Mañana que, para dar algún des canso á los perros y á los monteros , dedicaremos el día á perseguir conejos en estas cercanas espesuras tendremos ocasión de separarnos algún rato de los . compañeros, sin que se note nuestra ausencia, y te daré á conocer algunos pormenores de ese secreto. —Cuento con tu palabra. A este punto llegábamos de nuestra conversación, sostenida en voz baja y discreta, para no molestar, y por temor de ser sorprendidos, cuando oímos acercar se á la casa un caballo á buen paso. Los ladridos de los perros, atados en el portal, pusieron en movimiento á la pequeña colonia, y todo el mundo despertó. Era un criado de casa del joven Emilio que venia de la ciudad, portador de algunos víveres, encargados de las respectivas familias, y de una carta para su amo. Al punto que Peralta leyó el contenido de la carta,

-Al fin sabemos quién viene. -¿Quién, Fraschini ó Tamberlik? -¡Muchacha si hablo del rey! -¡Bah! ¿Qué me importa eso á mí?

exaló un grito de rabia: mandó preiipitadamene en sillar su caballo; y entre tanto nos dirigió en breves palabrasalgunas excusas porsu repentina determinad. .n motivada por asuntos de urgencia y gravedad, aunque asegurándonos que ningún peligro corría en ellos. Había ya dominado su emoción, no obstante la pro funda amargura que espresaba su rostro; y dispuesto ya el caballo, se despidió de nosotros, protestando el sentimiento de haber turbado la alegría de la espedidos con su inesperado accidente. Partió sólo, sin permitir que nadie le acompañase. Quedamos disgustados, comentando el suceso, las estravagancias y misterios que hacia algún tiempo ca racterizaban al pobre Emilio; y cada uno recobro el le cho para descansar las breves horas que faltaban has ta el alba. —¿Qué será, pregunté á mi primo, lo que ocurre á ese joven? —Sospecho que es asunto ligado con la historia que deseas conocer. Pronto he de saberlo ; porque sin duda á nuestro regreso á la ciudad he de tener noticias exac tas, si ocurre algo de lo que presumo. IIA la siguiente mañana, fácilmente pudimos aislarnos mi primo y yo, dejando á nuestros compañeros entre gados á su batida de conejos. Para no despertar' sos pechas por el motivo de nuestro alejamiento, Luis en cargó á un criado de toda su confianza nos buscase en el sitio apartado á donde nos dirigíamos , y nos prove yese de alguna caza, que luego presentaríamos como fruto de nuestra correría. Sentados cómodamente á la sombra de robusta en cina; en una pendiente al Mediodía, viendo deslizarse á nuestros pies humilde arroyuelo de cristalinas aguas, que silenciosas descienden por las breñas de Sierra Morena á enriquecer al caudaloso Betis ; recreando la vista por un espacioso y variado horizonte; oyendo los lejanos ruidos que acompasadamente sostienen esa eterna, inimitable armonía de la naturaleza, cuyos en cantos comienzan al venir el astro de la luz y no aca ban sino con el crepúsculo vespertino; aspirando el aire purísimo de la sierra, cargado de perfumes deli cados; después de rendir nuestro tributo de admiración al conjunto de bellezas, sólo conocidas en aquellas pri vilegiadas comarcas andaluzas, y bendecir al autor de tanta y tan inmensa grandeza; mi amabilísimo primo, condescendiendo á mi deseo y curiosidad, comenzó su relato en estos términos: —Durante el verano de mí último año escolar, la ne cesidad de salir airoso en misados, para recibir el

título de licenciado, me obligó á permanecer en Ma drid, consagrado al estudio y recuerdo de todas las ciencias cursadas; trabajo restropectivo y de artificioso enlace, al que me dediqué con lodo el empeño de estu diante aplicado. (Se cunlinnnrá.l C. Brcnet.

GEROGUFICO SOLUCION DEL ANTERIOR. Cna mano misteriosa se deja ver en el desarrullo He las plantas.

La solución de éste en el próximo número. ABELARDO DE CARLOS, EDITOP.. ADMIMSTU ACION, CALLE DE BAILEN, NUM, í . — MAI» 4 II», IMPKtMA M¡ i, M*Hi Y KDLC