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VIAJE A BABILONIA.—LECHERA T NAVEGANTE S.N ALMADIAS DE CUERO.

GEOGRAFÍA Y VIAJES.

VIAJE A BABILONIA.

II.

SALIDA PARA BABILONIA. — NUESTRO GOL'M. — EL KHAN ASAD.—LO QIE ES UN KHAN.—UN PERILLAN ANTICUARIO.—EL ÑAUAR HALCHA.—GRANDES RECUERDOS.

Circunstancias indiferentes para mis lectores no me permitieron alcanzar el vapor de Bagdad y de Busora, y como yo no deseaba dedicar mi tiempo y mi atención á los esplendores muy problemáticos de la ciudad de los califas, acepté con alegría la proposición que me hicieron M. Pellisier, nuestro cónsul en Bagdad, y M. Peretié, su canciller, de practicar los tres una escursion para visitar las ruinas de Babilonia, que ellos no conocían aun, no obstante hallarse á 18 leguas escasas de Bagdad. Se hicieron los preparativos en un abrir y cerrar de ojos, y en la mañana del 12 de abril nuestra caravana, compuesta de unos veinte y cinco hombres, atravesaba el largo puente de barcas que une las dos orillas del Tigris, atrayendo las miradas indolentes y algo atónitas de los bobalicones barbados que se hallaban en los dos grandes cafés que hay en el estreno del puente.

Abandonamos con toda la prontitud posible el fastidioso arrabal de la orilla derecha, y ú cosa de las nueve entramos en una vasta llanura, llamada el Magnonda, cuya vulgar desnudez no nos permitía formar- nos de Babilonia una idea demasiado ventajosa.

Eramos veinticinco, como llevo dicho. El triste gobierno que rige aquellas hermosas provincias no ha conseguido darlas la seguridad que necesitan. Los árabes perezosos, vagabundos y ladrones, son los verdaderos amos de Babilonia. Cuando bien les parece, se apoderan de la cosecha del distrito de Bagdad, y años atrás pusieron en un conflicto al héroe de la campaña del Danubio, el muchir Omer-Bajá. Sabido es, que en aquellas críticas circunstancias el honor del pabellón turco fue salvado por el aventurero argelino Bou-Maza, sin que desde entonces la situación general del pais haya mejorado sensiblemente, como lo demuestra la circunstancia de que el muchir actual, el harto célebre Namik-Bajá, no se atrevió en manera alguna á responder de nuestra seguridad, sino proporcionándonos una escolta de diez y siete hombres. Aquel goum pintoresco, que destilaba haciendo brillar al sol el hierro de sus largas lanzas árabes, hubiera representado bastante bien, con un poco mas de armadura, la