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Vámonos ya, Lorenzo. Dios os guarde;
Fin daré a mi sermon luego á los postres.
Lor. Adios: nos juntaremos en la mesa.
Me toca hacer papel de sabio mudo,
Porque Graciano hablar no me permite.
Grac. Frecuenta un año más mi compañía,
Y el eco de tu voz te será extraño.
Ant. ¡Adios! Me haré hablador por darte gusto.
Grac. Bien hecho, á fe; el silencio sólo cuadra
En lenguas en conserva, ó en la boca
De una doncella casta que es de roca.
 (Vanse Graciano y Loronzo.)
Ant. ¡Brava razon! ¿Habrá mayor locura?
Bas. En todo Venecia no hay hombre que hable
mas á tontas y a locas que Graciano. Sus razo-
nes son como dos granos de trigo escondidos
en dos fanegas de paja: es menester un dia en-
tero para hallarlos, y cuando los habeis ha-
llado, no valen el trabajo que os ha costado el
buscarlos.
Ant. Decidme ahora: ¿quién es esa dama
A cuyo altar jurastéis dirigiros
Cual peregrino en devocion secreta,
Y de quien hoy hablarme prometistéis.
Bas. "Vos no ignorais, Antonio , hasta qué punto
Mi hacienda he malgastado con alardes
De vana pompa y opulento lujo,
Para mis pocos bienes excesivos.
No lloro la carencia de ese fasto;
Mi principal cuidado estriba sólo
En salir con honor de los apuros
En que me ha puesto pródiga mi vida.
A vos, Antonio, mas que á nadie, debo
Dineros y amistad, y pues licencia
Para tanto el cariño me concede,
Quiero deciros cuales son mis planes
Para zafarme de mis doudas todas.
Ant. Decídmelos, Basanio, yo os lo ruego;