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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 99


Y Ana, su amiga, oficiosa,
Fijándose ,en él decia:

— Soberbio gusto has tenido.
El peine tiene buena asta ;
E Irene repuso: — ¡Oh! basta
Ser cosa de ¡mi marido.


La prudencia de un marido.

Unos jóvenes borrachos se encontraron con la mujer de Pisístrato y la insultaron. Al dia siguiente, vueltos en su acuerdo, se echaron á los pies del marido llorando y pidiéndole perdón. Levantólos Pisístrato, y les dijo:

— Andad y sed mas sobrios; pero desengañaos, mi miujer no salió ayer de casa.


Un perro barbero.

Cayó un borracho en medio de un arroyo no pudiendo resistir el peso del vino que habia conseguido acomodar en su estómago; y su perro, que le seguia á poca distancia, se le aproximó y principió á lamerle cariñosamente la cara.

Nuestro hombre, que creyó estar en la barbería, se volvió con algún trabajo, y haciéndole una mueca estrafalaria, dijo:

— Maestro, déjeme V. bigote.


El cazador sediento.

Acosado por la sed entró un cazador en busca de agua en una cabana de pastores, donde encontró á una pobre vieja, abuela de seis chiquillos, tan sucios y mal perjeñados como ella, que, colocados en círculo, se entretenían en pasar de mano en mano un mugriento jarro.

El infortunado sediento, que era bastante escrupuloso, vaciló un instante al observar esta evolución; pero como le apremiaba la necesidad, pidió la