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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 93


na noche lo halló en la calle á deshora la ronda, y el alcalde de barrio, que la mandaba, le dijo:

— Vamos, señor don Perico, es necesario que se recoja V. pronto.

—Señor alcalde, contestó riendo el enano, ¿me quiere V. mas recogido?


¿Cuántos dioses hay?

A un niño que habia sido reprobado en un examen de doctrina cristiana, le decia su padre:

— ¿Por qué estás tan triste? ¿qué tienes, hijo mió?

— Qué quiere V. que tenga, que el señor maestro me está siempre reprendiendo y llamándome torpe.

— Lo serás.

— ¡Qué lo he de ser! si es que nunca contesto como él quiere. Ahora mismo me ha preguntado que cuántos dioses hay.

— ¿Y habrás contestado que uno?

— ¡,Ah, papá! ¡qué engañado está V.! le he contestado que tres, y aun no está contento! ¡y queria usted que le dijese uno! ¡ya se hubiera puesto bueno!


El sombrero de Carlos III.

Pidió una audiencia á Carlos III un hombre célebre por su saber y por sus virtudes, pero muy poco conocedor de la etiqueta de la corte.

El aturdimiento que le produjo la presencia del rey fué tan grande, que sin atender á nada ni á nadie avanzó hacia el monarca con el sombrero calado. Este observó su turbación y lo recibió con amabilidad sin darse por entendido. Concluida la audiencia, y al retirarse, conoció el buen hombre que no llevaba el sombrero en lamano, y como viese uno que estaba allí cerca, instintivamente lo cogió y se lo plantó encima del primero, como si tal cosa.