— No puede ser, no puede ser.
— Créanme Vds., señores; lo que digo es una gran verdad; el cortaplumas tiene veinte años, pero es porque soy un hombre industrioso y aprovechador, y he tenido el cuidado de ponerle ocho ó diez mangos nuevos, y le he cambiado la hoja otras tantas veces.
—¡Bien!!
Un arriero que volvia con su recua de vacío encontró en el camino á un gallego descalzo, medio desnudo y con señales evidentes de estar muy cansado. Movido á compasión, le dijo:
— Gallego, sube áimode mis machos, puesto que llevamos el mismo camino, y verás cómo á caballo se viaja con mucha mas comodidad que á pie.
— Subir, respondió el gallego, si subirei, perú antes, ¿busté cuantu ma de dar porque suba?
Un pedante que, como en todo lo demás, no era fuerte en la mitología, solia confundir á Morfeo, dios del sueño, con Orfeo, célebre músico de los tiempos mitológicos.
— ¡Qué noche tan deliciosa he tenido! decia una mañana; toda ella la he pasado en brazos de Orfeo.
— Con M. dijo uno de sus amigos.
— Tienes razón, Orfeom.
— ¡¡¡Bravo!!!
Un caballero bastante rico de una población cercana al Ebro tenia una mujer, mas que persona humana, fiera, y en el carácter y en las costumbres desenfrenada y loca. No queriendo llevarla á los tribunales para que la castigasen por sus escesos, trató de hacerse justicia por su mano, y al efecto