que fué adorado su nombre
y en tiempo de gran calor
gustan todos que se asombre?
Un alcalde que no sabia leer, pero que no era tonto, disputaba con el dómine, pedante de á folio, que la echaba de sabio y de latino. Con el calor de la disputa, se le trabó al alcalde la lengua y no pudo concluir una frase.
El dómine quiso manifestar que no lo entendia, y se espresó en latin, diciendo:
— Nescio quid: no sé lo que V. dice.
— El quid, respondió el alcalde prontamente, no sé quien es; pero el necio, comprendo perfectamente que es V.
Un caballero de edad, galante y decidor, yendo de viaje, encontró á una preciosa labradora de 16 años, que caminaba detrás de una borrica en dirección de su pueblo. Verla tan linda y entrar en conversación con ella, fué, por supuesto, cosa de un segundo.
— ¡Qué hermosa eres, niña!
— Pues no seremos hermanos.
— ¿Discreta también?
— Con los tontos.
— Vamos, no seas esquiva. ¿De dónde eres?
— De mi lugar.
— ¿Cuántos años tienes?
— Quite V. ochenta de los suyos y cuente.
— Dime al menos cómo te llamas.
— Como mi santo.
— Ven acá, hermosa; dame el gusto de llevar de mi parte á tu madre este beso.
Pero la joven, lista como un ardilla, evita el en