suyo, tontos de capirote ambos á dos, sin llevarse ventaja.
Iban rellenos de lo tinto; el caballero sobre un fuerte macho, y con una inclinación á dormir, que no admitia objeciones.
— Oye, Perico, dijo al criado, me duermo; pero tú, que no puedes hacer lo mismo, me avisarás cuando pasemos por el despeñadero de la venta, no sea que me rompa la crisma.
El amo se durmió, y anda que andarás pasaron el despeñadero, sin despertarse el amo ni acordarse el criado de despertarle. Una hora después se incorporó el tocinero.
— ¡Perico!
— Señor.
— ¿Cuándo llegamos al peligro?
— Ya lo hemos pasado.
— ¡Cómo! ¿y no me avisaste? ¡Ah miserable! si acierto á caer y me mato, ¡por vida de mi abuelo! que te hago desollar.
— Sí, bien lo creo, contestó el criado; pero si V. me hubiera hecho desollar, yo después hubiera pedido mis salarios, y no seria Perico el que le sirviese mas.
Sí; sed tontos y lámeos el dedo.
11.
No serás mala cabeza
si aciertas qué cosa es
la que tiene en sí estas tres;
pensamiento, sutileza,
y la memoria después.
12.
¿Quién es el engendrador
que en esto acompaña al hombre,