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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 73

— Señor, hasta el tobillo.

Entonces el peligro que corrió no ha sido muy grande, que digamos, y lo que estraño es, que no haya podido salir solo.

— ¡Ah! señor, si caí de cabeza.

—¡Ya!


El derecho de matar.

Un caballero, á quien declararon cesante en un arreglo, hablaba con calor en el café la noche siguiente diciendo, entre otras cosas, que su cesantía habia de costar la vida á mas de mil personas.

Un agente de policía que lo oyó dio parte al cabo, este al celador, el celador al inspector, y así sucesivamente, hasta que llegó á oidos del gobernador, que mandó en el acto prender á aquel hombre y llevarlo á su presencia.

— ¿Es cierto, le dijo el gobernador, que V. ha dicho?....

—Si señor, he dicho eso, y lo cumpliré.

— ¿Y cree V. que se le permitirá?

— ¿Y por qué no, si por las muertes que yo haga no me puede perseguir la justicia?

— ¡Ah! ¿conque V. puede matar álos demás, y pasearse después por la calle tan fresco como si tal cosa?

— Por supuesto, como que soy médico, pienso ejercer la profesión, y creo que Dios nos dará buena cosecha de enfermos.


Receta para desatascar un coche simen.

Era un coche (Dios delante)
Que arrastrado de dos potros
Parecía entre los otros
Pobre coche vergonzante.

Y por maldición muy cierta
De sus padres (¡hado esquivo!)
Iba de estribo en estribo,