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72 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

murieron, pero las pildoras no desmerecían por esto, y el charlatán menos.

Un dia se le acercó un paisano y le dijo:

— Las pildoras de V. ¿curan todas las enfermedades? ¿Podrán también curar la mia?

—De seguro, repuso nuestro hombre, con el aplomo de un charlatán. ¿Pero qué enfermedad es?

— Mi enfermedad, señor, es que se me ha perdido una burra, y por mas diligencias que practico no puedo encontrarla.

El médico se turbó con esta contestación, pero luego sacó media docena de pildoras, y le dijo con bastante seguridad:

— Tómelas V. , buen hombre, y verá prodigios.

El paisano las tomó con fé, y se salió al campo; y como la medicina le obligase á separarse del camino, se acercó á un espeso cañaveral y, ved aquí una coincidencia estraña; estaba allí su burra.

Esta cura prodigiosa ha sido la base de la fortuna del curandero, porque el campesino principió á publicar que aquel médico, no solo curaba las enfermedades, sino que daba recetas para encontrar las burras perdidas, que por cierto no es poco.


La curación completa.

A ese le ha curado mi padre, decia ayer el hijo de un célebre médico al ver pasar un entierro por la calle de Fuen carral.

— Sí; y por completo, le contestó uno de sus amigos.


La diferencia en el medir.

Un pobre preso del Saladero, que bebia mas de lo regular, se cayó en el lugar escusado, de donde lo sacaron medio muerto. Después de bien lavado y limpio, le preguntaba el escribano en las diligentias que formó:

— ¿Hasta dónde le llegaba á V.?