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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 59

solo se pierda — yo se lo aseguro —en toda la cuenta.


La esplicacion innecesaria.

Un alcalde de pueblo, yendo á visitar al gobernador de la provincia, llevó consigo su familia.

— Tengo el honor, le dijo, de presentar á V. S. mi mujer y mi hija, y para que las pueda distinguir, me atrevo á advertirle que la de mas edad es mi mujer.

Pardiez, que el alcalde era despejado.


El descansar fuera de tiempo.

Caminaban veinte segadores, orilla de un rio, pensando —eran reformadores— en lo mucho mas conveniente que seria hacer los rios de vino y las tabernas de agua; cuando hé aquí que, rio abajo y medio sumergido en las aguas, vieron aproximarse por el fondo un mas que mediano tonel perfectamente cerrado, y con un olor á moscatel de Málaga que trascendía.

El rio era grande, no sabian nadar, pero tampoco sabian perder el tonel. Pensaron, no discutieron y obraron como por instinto.

El mas fuerte se agarró al tronco de un árbol, y de su mano otro segador, y de la mano de aquel otro, y así sucesivamente, formando una cadena hasta que el número veinte llegó al centro del rio, tan á tiempo y con tanta fortuna, que detuvo el tonel.

En esta situación, el que estaba cogido al árbol creyó que la operación se concluiría con mas facilidad si se agarraba mejor al tronco, para lo cual tenia por costumbre descansar y escupirse las manos. Lo pensó y lo hizo.

— Aguardaisus un momento, dijo, para agarrarme mejor.

Entonces, sin esperar contestación, soltó lamano del tronco y jpium! él y los diez y nueve