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54 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

— De ninguna manera puede ser eso, y yo no la he de tomar.

— Sepa, padre mio, dijo el tunante, que he intentado devolvérsela á su dueño, y no la quiere.

— Entonces es otra cosa; y si ello es así, se la puede quedar.

Cuando el padre subió á la celda, fué á mirar su reloj, y no hallándolo, dijo:

— En efecto, la persona robada no lo ha querido tomar. ¡No era mal pillo!


El consejo de un sabio.

Una conocida literata envió al doctor N. un manuscrito, y con él un billete que decia:

«Remito á la censura de V. el adjunto poema; me urge saber su opinión, porque estoy inspirada, y puede decirse que, para cambiar, si es necesario, la forma, tengo las tenazas en el fuego.»

El doctor contestó:

— Mi opinion, señora, es que ponga V. el poema en donde tiene las tenazas.


La edad de una hermosa.

— Yo le doy á V. treinta años, decia á la hermosa Sofía un amante despreciado.

— A fé mia que hace V. bien, respondió la joven, porque si V. no me los dá, yo por mi parte no los tengo.


El hurto del vino.

Un caballero compró un tonel de vino generoso, y convencido de que su criado era uno de los mas aventajados adoradores de Baco, cerró herméticamente el tonel, lo lacró, y lo selló.

Pero el criado, que en esto de estraer vino de la vasija agena podia dar lecciones al Lazarillo de Tormes, barrenó el tonel por la parte inferior, sacó