Por hacer mas apacible su pesada caminata, convinieron en ir juntos hasta la primera venta que encontrasen; y segun refiere la crónica, anduvieron y anduvieron ni mas ni menos que el célebre Chufas, hasta que al fin quiso Dios que llegasen á un ventorrillo.
— Compadre, dijo uno de los viajeros, este carasol está convidando á tomar un refrigerio.
— Sea, contestó el otro.
Y ambos se sentaron al abrigo del ventorrillo y sacaron sus meriendas. Consistía la del primero en un pedazo de pan y una casi invisible racion de queso.
— Buen amigo, le dijo el segundo observando que su compañero, despues de haber frotado ligeramente el queso en el pan, se empezó á comer un zoquete mientras volvia á guardarse el queso, ¿sabe V. que, por lo que veo, es V. el hombre mas desmanotado y derrochador del mundo?
El interpelado volvió la cabeza,
- Y vio que su compañero,
- Doctor en economía,
- Sacó de un morral enorme
- Dos cabezas de sardina;
- Las puso al sol, y en la sombra
- Mojaba el pan que comia.
Estando en el confesonario el padre Cárdenas, un ratero, su penitente, le robó el reloj. Poco después, continuando su confesion, dijo:
— Padre, he hurtado una alhaja de oro.
— Es necesario que la restituya, y si así no lo hace, no puedo absolverle.
Replicó el fingido penitente:
— He creido mejor, padre, dársela á vuestra reverencia para que se quede con ella, y para eso la tengo aquí.