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46 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

pueblo que su hijo Federico sabia perfectamente la historia sagrada, le hizo en su presencia la siguiente pregunta:

— Ven acá, hijo mio; ¿quién hizo el cielo y la tierra?

— ¿El cielo y la tierra, papá?

— Sí, el cielo y la tierra.

— ¿Yo qué me sé de eso?

— ¡Cómo que no lo sabes, miserable!

— Pues bien, papá: yo he sido, pero no te enojes, que ya no lo haré mas.

Creyendo entonces el cura que responderia mejor á alguna otra pregunta, le dijo:

— Dime, amigo mió, ¿qué dia murió Nuestro Señor Jesucristo?

— Yo no lo sabré decir, señor cura, porque solo sé que estaba muy enfermo.


El convite económico.

Mi maestro de primeras letras tendria unos veinte y cinco años; era andaluz, gracioso y amigo de chanzas y de bromas; se llamaba Juan, y el dia de su santo, que era el Bautista, tenia la costumbre de convidar á todos sus discípulos.

Pero no vayan Vds. á creer por esto que era derrochador y bolsilli-roto; antes, por el contrario, era económico hasta mas no poder.

Solia convidarnos á cerezas ó guindas; buscaba siempre las mas pequeñas; y en los años abundantes regalaba una por cabeza, y una para cada dos en los años de escasez.

El presupuesto de su convite, un año con otro, venia á ascender á cuatro cuartos, porque las cerezas por libras valían á dos.

Este hombre murió de una indigestión, y el sucesor, cuando supo la costumbre del convite, la quiso imitar.

Os voy á convidar, amigos míos, nos dijo, pero no á cerezas, sino á chocolate. Una aclamacion