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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 311

Cuando volvió en si de su aturdimiento, viendo que el capitán estaba examinando el fusil, esclamó en la mayor ansiedad:

— Por Dios, mi capitán, que lo he cargado con siete tiros y solo ha salido uno.


La espada contra la reja.

Un vizcaíno insufrible
Por una calle iba andando,
Y en una reja pasando
Se dio un codazo terrible.

Enfurecido, aunque en vano,
Volvió á la reja culpada,
Y la dio tan gran puñada
Que se destrozó la mano.

Irritóse, y á dos brazos
Tomó, sacando, la espada,
Y allí á pura cuchillada
La hizo en la reja pedazos.

Y después muy enojado
Partió diciendo á su modo:
— ¿Manos rompes? ¿quiebras codo?
Pues toma lo que has llevado.


El criado dormilón.

Cierto caballero, viajando con un criado asturiano muy dormilón, le encargó una mañana que guardase el caballo en el portal del alcalde de un pueblo mientras subia á refrendar el pasaporte y otras diligencias administrativas que podian detenerlo algún tiempo.

El asturiano, cuando se encontró solo, se revolvió y ató apretadamente al brazo las correas de la brida para que no pudiera escapársele el caballo sin despertarlo, se tendió después en el suelo cuan largo era y principió á roncar.

Por su desgracia unos gitanos que pasaron por