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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 309

de muchísima gravedad; pero la ciencia tiene recursos para todo.

— Trata V. en vano de consolarme, porque demasiado comprendo que la enmienda es imposible. Si el agua debia estar debajo del chocolate y hace media hora que lo he tomado ¿qué remedio puede haber?

— Uno muy sencillo, el vaso de agua clara que debia V. tomar antes, tómelo V. ahora en una lavativa, Y ella ocupará su puesto.

— ¡Ah! doctor, lo comprendo y me he salvado. ¡Gracias!

Esta idéa le ha valido un regalo de dos mil reales


La razón convincente.

— ¿Has ido á América tú,
Que asi armas tal embolismo
Con Méjico y el Perú?
— No, señor, pero es lo mismo,

Que el cura de mi lugar,
Su sobrina, es el decir.
Se quiere, es claro, casar
Con uno que piensa ir.


La cena á medio dia.

Un caballero económico llegó al parador de San Francisco en la carretera de Aragón á las doce del dia del jueves último.

— Muchacha, dijo á la criada, ¿qué vale la co- mida en esta fonda?

— Diez y seis reales, caballero.

— ¿Y la cena?

— Diez.

— Pues oye, chica, dame de cenar, que mientras tengo seis reales no me estoy sin ellos.


Un negocio mejorable.

Un prestamista dijo á su mujer:

— Maruja, acabo de hacer un negocio inmejorable,