Página:El libro de los cuentos.djvu/299

Esta página ha sido corregida
EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 299

una buena muerte, y he tenido el gusto de ver que las mujeres lloraban y se interesaban por mí.

— Tuyo hasta la muerte, el albeitar ahorcado, Emeterio Cascarrabias.


La mujer aguda.

Al salir de una función de juegos de manos, decía una mujer á su marido:

— No me sorprenden estos juegos; para mi es cosa de nada el ver un hombre convertido en carnero, una mujer en vaca y un estudiante en burro. Veo con serenidad meter un garbanzo en un cubilete y sacar un toro ó un elefante. Marido ¿no es verdad?

—Si.

— Porque claro es que todo eso lo hace el diablo, cuernos largos. Marido mió, ¿es verdad?

— Si.

— Todo eso no me produce efecto; lo que me asombra, lo que no me sé esplicar, es el cómo los picaros de los tahoneros meten la miga dentro de la corteza del pan.


Pensamiento de un moro.

Mas vale una pulgada de juez que una vara de justicia.


La indirecta de un suegro.

El presidente Rosas, que era tenido por hombre de talento, pero mas que todo por avaro, habia casado su hija con un juez joven, que se le quejaba todos los dias del carácter frivolo y prodigalidad exagerada de su mujer.

Fatigado Rosas de oir continuamente la misma queja, y no queriendo por otra parte comprender el objeto á que se dirigía, dijo un dia á su yerno;

— Di á mi hija que si en lo sucesivo te da nuevos