(urbis et orbis), no se pregunta á nadie de dónde viene.
Escritas las cláusulas de formula, llegó el escribano á los Ítem de bienes terrenales, y el enfermo dijo:
— ítem: dejo cien misas por el alma de mi padre.
— ítem: dejo doscientas por el alma de mi madre.
— ítem: dejo quinientas para conseguir el eterno descanso de la mia.
— ítem: dejo otras cien misas
— Pero, señor enfermo, dijo el escribano, y V. me disimule, aquí viene disponiendo de misas y mas misas, y hasta ahora nada ha dicho V. de sus bienes.
— ¿Qué bienes?
— Los que V. deja, porque sino, ¿de dónde han de salir estas misas?
— Toma, de la sacristía, ¿de dónde quiere V. que salgan?
A un marqués que daba un convite el dia de su santo á los principales personajes de la corte, entraron á decirle sus criados que un lugareño se había empeñado en no vender una anguila magnífica por su frescura y tamaño desconocido si directamente no trataba y ajustaba el precio con su señoría.
El marques lo hizo entrar y le dijo:
— Es una escelente pieza: ¿cuánto dinero quiere V. por ella?
— Señor, no pido dinero, eso me lo habrían dado en la cocina.
— ¿Necesita V. favor en la corte? algún indulto, ó tiene algún hijo que necesita librar de soldado?
— No, señor, no tengo hijos, y gracias á Dios hasta ahora no necesito indulto de ninguna clase.
— Entonces, ¿qué quiere V. hacer con la anguila?
— Venderla, señor.