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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 293

El provinciano volvió á examinar la tienda sin desconcertarse, y dijo:

— Buen despacho ha tenido V. , pues ha quedado sola la suya por vender.


La apelación para ante el mismo juez.

Macheta, mujer anciana, litigaba un dia y defendía ella misma su pleito ante Filipo, rey de Macedonia.

Este príncipe, que se levantaba de la mesa soñoliento, nada habia oido; de suerte que, cansado de su locuacidad la condenó injustamente.

Oyó Macheta la sentencia, y sin alterarse ni descomponerse, dijo en alta voz:

— Apelo.

— Y ¿á quien? le preguntó Filipo.

— Apelo de Filipo, que acaba de comer y está dormido, á Filipo, en ayunas y despierto.

— Admito ese recurso, dijo Filipo, porque tienes razón.


El ciego y la luz.

Iba de noche un ciego por la plaza con una luz y un cántaro de vino.

— Vaya una ocurrencia, le dijo un amigo; ¿para qué quieres la luz si nada vés?

— La quiero para que los locos como tú no tropiecen con mi cántaro y me lo hagan pedazos.


La poca ropa.

Mejor me sabe en un cantón la sopa,
Y el tinto con la mosca y la zurrapa,
Que al rico que se engulle todo el mapa
Muchos años de vino en ancha copa.

Bendita fué de Dios la poca ropa,
Que no carga los hombros, y los tapa:
Mas quiero menos sastre que mas capa;