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292 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

Xántipa, se sentó á la puerta de casa dejándole el campo libre. Despechada de la calma de su marido, arrojó por la ventana, sobre la cabeza calva del buen Sócrates, un barreño de agua.

Y no era el agua de rosas,
Sino es agua de otras cosas.

— Ya sabia yo, dijo Sócrates sin inmutarse, que toda la tormenta pararla en agua.


La caridad interesada.

Pedia un pobre hombre muchas veces limosna por Dios á un caballero muy rico sin sacar jamás otra cosa que palabras injuriosas.

Andando el tiempo recibió el caballero tan fuerte golpe en un ojo, que lo dejó muy mal parado; y desde entonces, cuando pasaba junto al pobre, le daba un cuarto, diciéndole:

— Ruega a Dios para que me cure presto.

El mendigo echó sus cuentas y dijo para si:

— Cuando tenias los ojos sanos no me dabas limosna, te se puso enfermo uno y me das un cuarto; claro es, pues, queme darás dos si enfermas del otro.

— Bien discurres, Manolo, anadia después, te conviene rezar, es verdad, pero es porque se quede ciego.

Esta paga es la que debe esperar el que da limosna por interés.


Las cabezas de borrico.

Un caballero de provincia entró en una tienda de Madrid que por cesación de comercio estaba liquidando y tenia pocos géneros.

— ¿Qué se vende aquí? preguntó.

— Cabezas de borrico, dijo el tendero, que no podía tener buen humor.