siempre á la mujer de su hijo con desdeñosa impertinencia.
— Dime, hija mia, decia en cierta ocasión á su nuera, ¿qué darias tú por tener esta cara, este talle, y toda esta figura?
La joven modesta contestó:
— Lo mismo que darias tú, mamá, por tener mis diez y seis años.
40.
¿Cuál es la dulce y sabrosa
y de castidad vestida,
que cuando es recien nacida
es á muchos provechosa
dando sueño su bebida?
41.
Carne en mi boca sostengo
mientras estoy trabajando,
con ojos me está picando
mi dueño á quien yo mantengo
cuanto está perseverando.
A uno que corria gran peligro de volverse loco cometieron los médicos la imprudencia de decírselo. Principió desde entonces á discurrir sobre este tema y á devanarse los sesos.
— Ven acá, Perico, se dijo un dia á si mismo; hagamos una esperiencia para ver si estás loco,
— Si uno que fuese mal pagador te pidiese cien duros, ¿se los darias?
El mismo se contestó:
— No, y mil veces no; aunque perdiéramos la amistad. Pues si eso es cierto, decía después muy