— Sí.
— ¿Es verdad que esa ciudad está guardada por perros?
— Sí.
— ¡Oh! ¡es cosa muy singular!
— Mas lo es ver al rey de Francia guardado por suizos.
— ¡Ah, princesa! dijo el oficial; bien veis que le he hecho hablar.
Un viajero, á quien preguntaron cómo habia vivido tanto, respondió:
— Nunca estuve en pié pudiendo estar sentado; me casé muy tarde; enviudé pronto, y no las torné á casar. Hé aquí el secreto.
Altercaban un cristiano y un judío sobre quién tuviese mas santos de su religión en el cielo, y no pudiendo concertarse en esto, convinieron en que cada uno, alternativamente, nombrase y sacase al otro un pelo de la barba por cada santo.
Empezó el hebreo primeramente por Abraham, y sacóle un pelo al cristiano. Este nombró después á San Pablo y sacóle otro al judío.
De esta manera fueron alternando, hasta que cansado el cristiano, echó la mano á la barba del hebreo, y dándole un grande tirón dijo:
— Santa Úrsula, con las once mil vírgenes.
— Quedo vencido, dijo el judío.
— Pero yo no quedo pagado, porque no tiene once mil pelos tu barba.
En aquella época en que el don no se prodigaba en España tanto como ahora, aunque tuviese poco