El caballero continuó jugando, yá poco rato volvió el criado y le dijo de nuevo:
— Señor, el ama ha parido otro niño.
— ¡Pardiez! dame el sombrero y el bastón, y vamos corriendo, porque si no me vé á su lado, será capaz de parir ocho ó diez, hasta que me obligue á ir.
Asistían á un enfermo unas mujeres muy feas; las vio y dijo á sus amigos:
— Señores, me muero.
— ¿Por qué? le preguntaron.
— Porque he leido en muchos libros que á la hora de la muerte se ven visiones, !ah¡ y las veo espantosas.
Un caballero bretón tenia un carácter tan sombrío, y era tan lacónico y tan poco hablador, que jamás tomaba la palabra ni contestaba otra cosa que monosílabos.
La princesa de que lo convidó un dia á comer,
estaba tan persuadida de que era imposible hacerle hablar, que desafió sobre ello á otro de sus comensales, Mr. de Conten, teniente coronel de la guardia suiza, hombre de talento, que aceptó el desafío, dispuesto á salirse con la suya.
El suizo se colocó al lado del bretón, y principió por hacerle plato.
— ¿Qué sopa queréis? le dijo;
— Arroz.
— ¿Qué vino preferís?
— Blanco.
Otra porción de preguntas iguales obtuvieron respuestas por el mismo estilo.
— Señor, continuó el militar; creo que sois natural de Saint-Malo.