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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 251

El caballero continuó jugando, yá poco rato volvió el criado y le dijo de nuevo:

— Señor, el ama ha parido otro niño.

— ¡Pardiez! dame el sombrero y el bastón, y vamos corriendo, porque si no me vé á su lado, será capaz de parir ocho ó diez, hasta que me obligue á ir.


Las visiones.

Asistían á un enfermo unas mujeres muy feas; las vio y dijo á sus amigos:

— Señores, me muero.

— ¿Por qué? le preguntaron.

— Porque he leido en muchos libros que á la hora de la muerte se ven visiones, !ah¡ y las veo espantosas.


Buscar la lengua.

Un caballero bretón tenia un carácter tan sombrío, y era tan lacónico y tan poco hablador, que jamás tomaba la palabra ni contestaba otra cosa que monosílabos.

La princesa de que lo convidó un dia á comer,

estaba tan persuadida de que era imposible hacerle hablar, que desafió sobre ello á otro de sus comensales, Mr. de Conten, teniente coronel de la guardia suiza, hombre de talento, que aceptó el desafío, dispuesto á salirse con la suya.

El suizo se colocó al lado del bretón, y principió por hacerle plato.

— ¿Qué sopa queréis? le dijo;

— Arroz.

— ¿Qué vino preferís?

— Blanco.

Otra porción de preguntas iguales obtuvieron respuestas por el mismo estilo.

— Señor, continuó el militar; creo que sois natural de Saint-Malo.