Página:El libro de los cuentos.djvu/249

Esta página ha sido corregida
EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 249

llamada Prudencia, y como continuamente estuviese molestando al padre pidiendo y mas pidiendo, cansado ya de tanta sangría de bolsillo, le envió á decir que mirase cómo gastaba, porque iba destruyendo la casa, y acabarla con ella si no obraba con prudencia.

— No sé, señor, respondió, para qué son tantas reprensiones cuando no las merezco, porque puedo asegurar á V., á fé de hombre de bien, que la casa se podrá arruinar, pero no por culpa mia, pujes no gasto un cuarto que no sea con Prudencia, como V. me aconseja.


Los frenos trocados.

Enrique IV, viendo que su sastre le traia un libro con algunos reglamentos y máximas de estadística que habia compuesto, dijo á uno de sus cortesanos:

— Que llamen luego á mi chanciller para que me corte un vestido, pues mi sastre quiere hacer ordenanzas.


El aceite de la lámpara.

Entró un caballero á hacer oración á una imagen milagrosa.

Era tuerto, y del otro ojo no veia mucho.

Untóselos ambos con el aceite de la lámpara, y como el líquido debia estar muy caliente, ó no muy puro, principió á dolerle el ojo bueno, de suerte que no veia con ninguno.

En esta situación el terror se apoderó de su alma y oprimió su corazón como si lo sujetaran con garfios de hierro.

— ¡Dios mió! era tuerto, dijo, y me he quedado ciego.

Después se postró ante la imagen de la virgen, diciendo:

— ¡Señora! ¡Señora! ¡ compasión! cuando menos