Página:El libro de los cuentos.djvu/244

Esta página ha sido corregida
244 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

los diablos en el cuerpo, ó es cosa de brujería lo que pasa.

— Mira, Gregoria, contestó el labrador, rezando el rosario vengo todo el camino, porque no he visto pollina mas sabia en todos los dias de mi vida. Lo mismo acertaba las vueltas y revueltas que si se lo dijeran al oido.

En esto llovia á cantaros, y como la pollina estaba en el corral, principió á marcharse el color del pelo, quedando en un santiamén mas blanca que la nieve.

La tia Gregoria fué á mirar las orejas y vio que estaban recortadas á tijera.

— ¿Cuánto te ha costado la pollina? dijo la buena mujer alarmada.

— Treinta y un duros, Gregoria, y uno que saqué de la burra vieja, treinta y dos.

— Pues bien, Bruno, te has lucido; has perdido treinta y un duros y los gastos del viaje, y te has vuelto á traer la burra que llevaste.

— ¡Ah, Gregoria! lo peor es que es cierto.


La estratagema frustrada.

Un cierto Pacuvio, que intentaba pedir algún dinero á Augusto, usó de esta estratajema:

— Señor, le dijo: corren voces de que me habéis dado una crecida gratificación. Todos me dan la enhorabuena; apenas hay quien no hable de ello.

— Déjalos hablar, le repuso Augusto; pero tú no lo creas.


La ciudad de las tabernas.

Un viajero andaluz que se habia detenido algún tiempo en una ciudad de Italia, cuyos habitantes eran demasiado amigos del vino, apostaba un dia con algunos vecinos á que si lo paseaban por la ciudad con los ojos vendados, nombrarla los sitios