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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 243

compensación no tenia dientes, y se tragaba el salvado de las gallinas como si tal cosa.

La cebada se vendió bien aquel año, y el buen labrador, encontrándose con quinientos reales, se fué á la feria, vendió la pobre burra vieja en veinte reales á unos gitanos, y con los veinte y seis duros de su capital se puso á buscar una buena pollina, que es lo que verdaderamente le hacia falta. En una feria se encuentra de todo, asi es que al segundo ó tercer dia encontró una pollina; pero válgame Dios ¡que pollina! era alta como la burra vieja, pero con unas orejas tan recortadas, tan monas y tan elegantes como las de un caballo; un pelo corto, lustroso y negro, que daba gusto; unos coseos tan bonitos que ni á torno se podian sacar mejores, y sobre todo no tenia dientes; pero, qué los habia de tener si estaba mudando.

Los gitanos que la vendían hablaban muy alto.

— Esta pollina, decian, es aun mas de lo que parece, porque otra como ella no se encuentra en la feria; y en saliéndole todos los dientes verá V. un portento que no se ha visto en burras jamás.

El labrador se entusiasmó, pidió prestados seis duros y la compró en dos onzas de oro, muy seguro de que hacia un negocio, y temiendo que se le pudiera acusar de haber engañado á los gitanos. Montó en la pollina y con grande asombro suyo víó que tomaba la dirección de su pueblo sin habérselo enseñado.

— Qué diablo, decia el labrador, ¿le habré dicho el camino que debe llevar y no me acordaré? ¡Es pasmoso! Cuántos hombres no tendrían tanto talento.

Llega á casa sin equivocarse un momento en el camino, entra en el portal y se va derecha, derecha árecoger los desperdicios que dejaban las gallinas, como hacia la burra vieja, y después á su pesebre como si hubiera leido el testamento y supiese que era su heredera.

— ¡Ahí Bruno, buen Bruno, dijo la labradora, muy bonita es la pollina que traes, pero hijo, ó tiene