Página:El libro de los cuentos.djvu/242

Esta página ha sido corregida
242 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

— Todo esto es muy caro, pensó el estudiante; dígame V. ¿y una perdiz? preguntó á otro.

— Cuatro reales.

— Ya sé lo que mi padre quiere, dijo, es claro que coma perdices. Pues señor, le daremos gusto.


El primer dia de viuda.

Lloraba á chorros la sin ventura Emelina, convertidos sus ojos en fuentes y sus megillas en arroyos. ¡Ya se vé! D. Robustiano, su dulce esposo, acababa de morir. Vosotras, las que alguna vez habéis sido viudas, comprendereis fácilmente esta situación.

Cuando sus lágrimas principiaban á tomar las proporciones de rio, llegó un solterón, antiguo conocido de la casa, á acompañar á la viuda en su aflicción y á darle el consuelo que en semejantes circunstancias se le podia dar.

— Emelina, le dijo, debe V. llorar, porque la pérdida es de mucho peso (D. Robustiano pesaba lo menos diez arrobas), pero, sin embargo, si V. cree que yo puedo hacer menor esa pérdida ocupando su lugar, entonces mi hacienda y mi mano....

— ¡Ah, señor! yo aceptaria con gusto las dos cosas, pero, créame V. , estoy comprometida con otro, y soy mujer de mi palabra.

— Mucho me pesa, Emelina, el haber llegado tan tarde; pero Dios mejora sus horas, y acepto su palabra para cuando se lleve á ese caballero.


La compra de una burra.

Un labrador tenia una burra que, salva la edad, que podriaser de treinta años, en lo demás érala mas remolona, la mas pesada y la mas mala trabajadora de todo el pueblo. Item mas: tenia el pelo completamente blanco, y unas orejas que por demasiado largas no le servían; es verdad que en