— ¿Quién es Jesucristo?
— Pero, padre, ¿no conoce que estoy siempre en el campo y no trato con nadie?
— ¿Qué es lo que sabes?
— La letanía.
— ¡Hombre! ¡la letanía! pues vamos, di, que si la sabes, te apruebo.
— A él le toca principiar, que yo ya diré Ora pro nobis.
Leia unos versos cierto poeta principiante al discretísimo Quevedo, solicitando su aprobación; oyólos, y dijo:
— Señor mió, si he de decir á V. mi parecer, no los entiendo. ¿Qué quiso decir en esas coplas?
— Mire V.. significan esto y esto, y esotro,
Quevedo respondió:
— Pues si V. lo quiso decir así, ¿por qué no lo dijo?
Una novia debe ir triste y turbada,
Derrengándose al modo de cansada,
Llevar la vista gorda, y de este modo,
Como que nada vé, mirarlo todo.
En cada pié, moviendo una muralla,
Que parezca que van á ajusticialla.
Si le dijesen algo, el abanico
Es respuestr., tapándose el hocico;
No escupir; si hay saliba adentro, chupa,
Que no hay doncella que la boda escupa,
Tierna de ojos como herbor de olla,
Y si no hay llanto darse con cebolla;
Y en viendo al cura, reclinando el moño,
Quedar mas colorada que un madroño;
Y ostentando decoro para el necio,
Fingir suspiro y resollar muy recio;
Y perqué el auditorio mas se aturda,