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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 231

— Miserable, bellaco, ¿qué has hecho le dijo su señor.

Pero el lacayo, ganando de un salto tres ó cuatro escalones, le contestó:

— ¿A qué puerta llamará V. que no le respondan?


El muchacho despejado.

Tratándose de almorzar
Le preguntaba á su hijuelo
Una madre: — Ricardito,
¿Qué quieres, huevo ó torreznos?

Y él dijo: — Torrezno, madre;
Pero échele encima el huevo,
Que es bueno que haya de todo
Cuando se trata de almuerzo.


Zapatero á tus zapatos.

Era costumbre de Apeles esponer sus pinturas al público sobre un tablado y ocultarse debajo para aprovecharse de las observaciones que le hacian.

A un zapatero se le antojó un dia criticar el calzado de una figura.

Defirió Apeles á sus consejos y lo corrigió, pero el zapatero, envanecido con el buen éxito, quiso también hallar defecto en la pierna.

— Poco á poco, le dijo Apeles, no pases del zapato, porque lo demás no te compete.


Refranes.

Todos los que llevan espuelas no tienen caballo.

— Cuelga tu canasta donde la puedas alcanzar.

— Los huevos no deben mezclarse con los guijarros.

— Todo árboles madera, pero el pino no es caoba.

— El sapo no tiene camisay quieres que vista frac.

— La lepra dice que os está apegada, pero es para roeros las carnes.