sobre el ídem del lego, vino por desgracia á aplastar el del alcalde sin ventura, que vio las estrellas con los ojos cerrados y ya no tuvo mas callos en su vida.
— Por Dios, padre, dijo saltándosele las lágrimas, tenga V. presente que no soy yo el que moja.
Mahoma en el Alcorán
Prohibió el néctar divino
A que llama el mismo truan
Con todas sus letras, vino.
Y ello ha sido á mi entender,
Y á esta opinión me acomodo,
Que lo quiso recoger
Para bebérselo él todo.
— ¿Cuál es tu patria? preguntaron á Sócrates.
— El mundo.
— ¿En qué te diferencias de los otros hombres?
— En que ellos viven para comer y yo como para vivir.
— ¿Qué es lo que sabes?
— Que nadase.
— ¿En qué te distingues de los otros filósofos?
— En que ellos creen saberlo todo.
Antistenes le enseñaba por orgullo su capa rota y remendada,
— ¿Qué es lo que ves en mí de supérfluo? le preguntó.
— Veo tu vanidad, le contestó Sócrates, al través de los agujeros de tu capa.
Irritado Platón contra un esclavo suyo, se disponía á castigarlo á tiempo que llegó Xenócrates.