Por ser madre de Xason,
Dueño de tales narices!
Hablaba D. Fernando el Católico con algunos caballeros de su corte sobre los gastos y precios de las cosas.
— Los trajes, dijo uno de ellos, nos cuestan un sentido.
El rey se sonrió, y como hablando para sí, dijo:
— ¡ Afi! buen jubón, que me has roto tres pares de mangas.
Un hombre, que empezaba á encanecer, se presentó á pedir una gracia á Adriano, y se la negó.
Poco tiempo después, aquel mismo hombre, que se habia teñido de negro los cabellos, volvió á pedirle la misma gracia.
Conociólo el emperador, y le dijo:
— Ya se la negué á tu padre.
Preguntó una joven á Zenon:
— ¿Los sabios también aman?
— Muy desgraciadas seríais las hermosas, respondió, si en el altar de vuestra hermosura solo quemasen incienso los necios, gente que no sabe amar, pero que está muy enseñada á aborrecer.
Se confesaba un labriego de que habia hurtado trigo a su convecino el alcalde.
— ¿Es el hurto de mucha consideración? preguntó el confesor.
— ¡Vah! una cosa regularcilla, padre.