—Lo que quiero saber es lo que hay de nuevo.
— Habas verdes.
— Amigo mió, ¿cómo te llamas?
— Los necios en Lyon me llaman amigo mió, y en Paris me llaman el conde de Alest.
Primeramente se ceban en la habitación, poniéndoles queso del mas esquisito que se encuentre para que no comprendan el engaño; después se ma+an los gatos para que los pobrecillos no tengan miedo de salir, jugar y saltar. Así preparado, y cuando los ratones lo recorren todo y entran y salen como Pedro por su casa, se quita el queso, s.e coloca una piedra frente á la madriguera á la distancia de una cuarta, y se esparce tabaco en polvo en el sitio por donde los ratones han de salir.
Sale el ratón, huele y sorbe el tabaco, se le sube á la cabeza, principia á estornudar y ciego y desesperado se lanza á la carrera sin saber lo que se hace; dá con la cabeza en la piedra un furioso golpe y se estrella los sesos.
De este modo se van estrellando uno tras otro hasta que no queda un ratón en la vecindad.
53 — ¿ Qué es lo que pasa el rio sin hacer sombra?
54 — ¿Quién es el que lleva con facilidad cien arrobas de paja y no puede llevar un perdigón?
55 — ¿El que solo tiene un huevo para almorzar, puede todavía escoger?
56 — ¿Quién es aquel que si no lo matan no está contento?
Si tanta desgracia pasa.
Llorad, niñas de la villa,