— ¿Se cree V. capaz de poner papillotes á cualquiera?
— Sin duda alguna.
— ¿Trae V. los hierros de dar fuego?
— Sí, señor.
Entonces el estudiante se levantó, soltó con ímpetu una pluma de la cola, y dijo al peluquero:
— Veamos, maestro, si pone V. á ese los papillotes y le hace un par de rizos.
Se toma el chocolate, y con un cuchillo se divide, corta y reduce á pedazos pequeños. Se tiene así algunos minutos en la ventana para que le dé el aire fresco de la calle ó del corral. Se espolvorea ligeramente con azúcar tostada, pero en muy pequeña cantidad; se deshace en un cocimiento de achicorias en vez de emplear el agua clara. Se tiene mucho cuidado de deshacerlo dando al molinillo de derecha á izquierda, en vez de darle de izquierda á derecha. Al chocolate se le han de dar tres hervores y se ha de revolver tres veces con el molinillo.
Después de estas operaciones tan sencillas se pone en la gícara, se pega con ella suavemente tres veces en el plato, y chocolate y gícara se arrojan por el balcón.
Y es probado que aunque el chocolate tenga cardenillo, no hace daño al que con tales precauciones no lo toma.
Robáronle á Antón Llórente
Su pollino; él con desvelo.
Hizo plegarias al cielo,
Mas humilde que impaciente;
Pero viendo que el que aguarda
Alcanza su gusto tibio.