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220 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

— ¿Se cree V. capaz de poner papillotes á cualquiera?

— Sin duda alguna.

— ¿Trae V. los hierros de dar fuego?

— Sí, señor.

Entonces el estudiante se levantó, soltó con ímpetu una pluma de la cola, y dijo al peluquero:

— Veamos, maestro, si pone V. á ese los papillotes y le hace un par de rizos.


Para que no haga daño el chocolate, aun cuando la chocolatera sea de cobre y esté sin estañar.

Se toma el chocolate, y con un cuchillo se divide, corta y reduce á pedazos pequeños. Se tiene así algunos minutos en la ventana para que le dé el aire fresco de la calle ó del corral. Se espolvorea ligeramente con azúcar tostada, pero en muy pequeña cantidad; se deshace en un cocimiento de achicorias en vez de emplear el agua clara. Se tiene mucho cuidado de deshacerlo dando al molinillo de derecha á izquierda, en vez de darle de izquierda á derecha. Al chocolate se le han de dar tres hervores y se ha de revolver tres veces con el molinillo.

Después de estas operaciones tan sencillas se pone en la gícara, se pega con ella suavemente tres veces en el plato, y chocolate y gícara se arrojan por el balcón.

Y es probado que aunque el chocolate tenga cardenillo, no hace daño al que con tales precauciones no lo toma.


El consuelo de la albarda.

Robáronle á Antón Llórente
Su pollino; él con desvelo.
Hizo plegarias al cielo,
Mas humilde que impaciente;

Pero viendo que el que aguarda
Alcanza su gusto tibio.