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22 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

pastores— y con la mayor desfachatez manifestó sus títulos y tomó posesion.

Hemos dicho que tenia pocas letras, y ahora decimos que apenas sabia deletrear; la posicion era apurada para cualquiera persona de reflexion, pero él no se paraba en pelillos, y se empeñó en llevar la farsa hasta donde pudiese.

Llegó el domingo, el sacristan tocó la campana, y todo el pueblo acudió á oir la misa de su nuevo cura.

El sacristan lo reviste, él sale con desembarazo á la iglesia, se vuelve de cara al pueblo, abre las manos, y dice con voz entonada.

— ¡Misa!

Dicha esta palabra, se vuelve á la sacristía, se hace sordo á las preguntas del sacristán, y se va á su casa.

Entre tanto, el pueblo no acertaba á salir de su sorpresa; el ayuntamiento se habia constituido en sesion permanente, y el maestro de escuela redactaba una esposicion al diocesano.

En ella se esponia al señor obispo que les habia enviado un cura que no decia mas que misa, y que el pueblo no estaba acostumbrado á semejante conducta.

La esposicion estaba muy bien redactada, porque lo cierto es, que cuando su ilustrísima la leyó, dijo:

— Estos aldeanos no se contentan con misa, y quieren algo mas; es necesario escribir á ese buen cura que los dias de fiesta, además de la misa, les diga también un poco de sermon.

La órden fué obedecida al pié de la letra; el domingo siguiente salió el ungido cura al altar, lo mismo que el anterior, y volviéndose al pueblo dijo:

— ¡Misa, y un poco de sermón!

El asombro en esta ocasion fué mucho mayor, las mujeres principiaron á cuchichear, los hombres á reir, el sacristán volvió á sus preguntas, el