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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 219

Yo tomara de lanzadas,
A diez por suegro sin miedo.

Suegra pascua le de Dios
Al que de yerno me ha puesto,
Y plegué á Dios que se vea
Tan yerno como me veo.
No hay cosa que se le iguale,
Todas son cosas de viento,
Como el llamar mi señor
A lo mismo que aborrezco.

Los suegros se vuelven lanzas,
No queda yerno con yerno:
A suegro y sangre va todo,
Y todo es suegro, y, á ellos.

Libradme, pues, santo mió,
De tantos ensuegramientos;
Muera yo de unas tercianas,
Y no de este parentesco.


El soldado y el perro.

Un soldado de caballería mató con su lanza un lindo perro déla señora de su coronel.

Este, enojado, llamó al lancero y le dijo:

— ¿Qué has hecho, miserable?

— Señor, me ha mordido.

— Bien, ¿y por qué no te has defendido con el regatón?

— Así lo hubiera hecho, mi coronel, si me hubiera mordido con la cola y no con los dientes.

— Vete, dijo el coronel, soltando una carcajada.


El peluquero burlado.

Peinaba un peluquero famoso á un estudiante de buen humor, y como se alabase de que ninguno le aventajaba en su oficio, y que para rizar el pelo y poner papillotes no cedia el puesto á ningún peluquero de la corte, el joven le dijo: