los ratones han roído mis zapatos. ¿Qué desgracia será la que me anuncia este prodigio?
Catón le contestó:
— No es de maravillar que los ratones te hayan roido los zapatos; pero lo hubiera sido mucho si los zapatos hubieran roido á los ratones.
Decíale una cuerda mujer á su marido, entretenido con otra:
— Quisiera verte casado con esa dama; y entonces, cierto es que no te parecería lo que ahora, ni á ella bien el que la tratases como á mí me tratas.
Divirtiéndose un marido
En una tertulia estaba,
Y el criado fué y le dijo:
— Señor, se ha hundido la casa.
— Y bien, preguntóle el amo
Con admirable cachaza;
Vamos ¿y qué ha sucedido?
Cuéntamelo todo: acaba....
¿Ha cogido el hundimiento,
Por casualidad, al ama?
— No , señor, que por fortuna
Fuera su merced se hallaba.
Al oir estas razones,
El pobre marido esclama;
¡Vaya por Diosi siempre vienen
Reunidas las desgracias.
Castigaban los moros en Marruecos el delito de usura cortando un pedazo de carne al usurero, y entre paréntesis, si el método no era bastante para