Bien lo sé, etc.
¿Qué os podría decir? En un par de meses á cuatro ó seis meceduras al dia, esa Nemesia, de quien os vengo hablando, se convirtió en un ángel, dulce, pacífico y modesto.
¡Ah, qué medicina tan buena!
— ¡Ah, Toribio! ¡Toribio! qué mal haces en beber, decían á un borracho: el vino te hace tropezar á cada paso con los guardacantones.
— Te equivocas; no hago mal en beber, en lo que hago mal es en andar cuando he bebido.
En Sevilla un loco había
De tema tan desigual.
Que una piedra de un quintal
Al hombro siempre traía;
Y al perro de cualquier casta
Que echado podía ver,
Se la dejaba caer,
Con que quedaba hecho plasta.
Con un podenco afamado
De un sombrerero se halló;
Acuestas la ley le echó
Y dejólo ajusticiado.
Indignado el sombrerero,
Con un garrote salió
Y dos mil palos le dio;
Y tras cada golpe fiero
Muchas veces repetía:
— ¿Que era podenco no viste,
Loco infame? Fuese el triste,
y luego, aunque un gozque vía.
Mastín ó perro mostrenco,