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190 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

cortesano; pero he tenido el honor de representar á V. A. en muchas ocasiones.


La aflicción de una viuda.

Una señora de distinción dijo, viendo pasar la pompa fúnebre de su marido:

— Cuánto gusto tendría de verlo mi pobre Roque, porque le gustaban mucho las procesiones.


Lo que no se puede enmendar, hacerlo nuevo.

Poppe era corcobado y enteramente contrahecho, y como hombre de talento, que conocía sus defectos, acostumbraba decir cuando se enojaba:

— Dios me corrija.

Un cochero, con quien disputaba undia, le dijo:

— ¿Que Dios lo corrija, dice V.? ¿Pues no le costaría menos trabajo el hacerlo nuevo?


El tratamiento.

Un lugareño necesitaba visitar á un infante, y preguntando el tratamiento que debia darle, supo: que al rey se daba el título de majestad y al príncipe de alteza; pero nadie pudo decirle palabra del titulo que se daba á un infante, porque debían ser tan tontos como él las personas á quienes preguntó.

— Yo lo inventaré, dijo, y principió así su arenga: Señor: yo espero que vuestra infantería me proteja.


Vaya una duda.

Doña Tadea, mi vecina del cuarto bajo, estaba desconsolada por no haber tenido hijos.

— Lo siento mucho, dijo un caballero. ¿Y vuestra señora mamá tuvo alguna hija?


La hermosa sin boca.

Haciendo el retrato de una señorita hermosa el célebre pintor Rigaud, observó que la joven comprimia