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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 187

Mañana, si Dios quiere, en despertando!

Al pronunciar estas palabras tiernas
Bostezó un poco y estiró las piernas;
Y después de estirado y bostezado,
Cuentan que se volvió del otro lado.


Escipion y Ennio.

Publio Escipion, llamado el Emiliano, fué un dia á visitar al poeta Ennio, que hallándose indudablemente ocupado, le envió á decir con su esclava que no estaba en casa. Conoció Escipion la mentira, pero fingió creerla, y se retiró.

Andando el tiempo, fué Ennio á casa de Escipion, llegó á la puerta y preguntó:

— ¿Está Escipion en casa?

— No, no estoy, contestó él mismo desde dentro, con voz robusta.

— ¿Cómo es eso posible? repuso asombrado el poeta Ennio. Pues qué ¿no es acaso tu misma voz la que estoy oyendo? ¿quieres burlarte de mí?

— ¡Vaya un hombre este! dijo Escipion gritando; el otro dia creí que no estaba en su casa solo porque su esclava me lo dijo, y hoy no quiere creer que no estoy en la mia, siendo yo mismo el que lo aseguro.


El dormido despierto.

Un necio hacia acostar cerca de sí á su ayuda de cámara, y le preguntaba:

— Domingo, ¿estoy dormido?

— Sí, señor.

— Bueno; pero si no me duermo, dímelo, no me engañes.


El respeto al público.

No atreviéndose Alcibiades, por su mucha timidez, á hablar al pueblo, Sócrates le animó con las siguientees reflexiones: