porque el tunante tenia unas piernas, que difícilmente las alcazarian las varas de avellano.
Se presentó en una reunión de Madrid un caballero de provincia, y ya fuese por la diferencia de costumbres, cortedad de su genio ó falta de talento, lo cierto es que se quedó alelado sin acertar á hablar una palabra ni saber el medio de entrar en conversación con la persona que tenia á su lado. Por tonto que fuese no se escapó á su penetración el papel ridículo que principiaba á representar, procuró no pasar en él mas adelante, y haciendo un esfuerzo sobre sí mismo, se dirigió á la joven herniosa que estaba inmediata y le dijo:
— ¿Y está V. en estado interesante hace muchos meses?
— Caballero, V. debe estar loco, hace tres años que soy viuda.
— ¿De veras? contestó el joven aturdido; y queriendo enmendar su majadería añadió:
— i Ah! señora, perdón, yo creia que era V. soltera.
Un petardista decia á su amigo:
— Préstame seis duros.
— Solo tengo dos.
— Pues bien, dame esos dos y me deberás cuatro.
Pida V. pruebas.
Una joven quiso llevar por justicia á un hombre por haberla engañado; el abogado á quien consultó no encontraba pruebas suficientes para salir bien del paso: en su consecuencia se marchó muy triste. Al dia siguiente volvió, y con aire de triunfo le dijo:
— Señor, hé aquí otra prueba: me ha vuelto á