Hombre muy buen cristiano y concienzudo,
De cerebro atestado, pero agudo;
Y entre sus agudezas,
Tenia sus manías y rarezas.
Dióle el cielo tres hijas, y eran ellas,
Asi como una especie de doncellas,
Recatadas, honestas, recogidas,
Pero también un poco divertidas,
Y en fin, aficionadas
A mirar, ya se vé, y á ser miradas.
Ya la Virgen de Agosto se acercaba
Y en aquella ciudad se celebraba
Con toros y otras varias diversiones;
Pero dejando á un lado digresiones.
Voy á lo que interesa:
Una de las tres chicas, (la Teresa)
Dijo á su padre: ¿si las llevaria
A que viesen los toros aquel dia?...
¡Toros! esclamó el padre alborotado;
¡Toros!.... la voz de toros me ha alarmado:
Yo sé bien lo que pasa;
No hay mas toros, que cada uno en su casa.
Un caballero quiso burlarse de su criado, á quien creia simple.
— Vé á la plaza, le dijo, y tráeme dos reales de huevos y otros dos de ayes.
El criado salió de casa, reflexionó un momento y conoció que su amo se queria burlar de él.
Con esta idea compró los huevos y los puso en un saco; salió despues al campo, cogió un buen manojo de ortigas y las colocó encima de los huevos.
— ¿Traes lo que te he dicho? le preguntó el caballero esperando reir á su satisfaccion.
— Si, señor, aquí lo tiene V.
El caballero metió la mano en el saco, tropezó con las ortigas y esclamó: