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164 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

algunas cartas, dio á su portero el jueves último la orden de contestará todos que no estaba encasa. Este buen hombre, al dar por la tarde cuenta de las personas que se habian presentado, nombró la primera á la hermana de la condesa.

— ¡Ah! dijo esta enojada; ¿mi hermana ha venido y no la has dejado subir?

— Señora, la orden de V. S.

— ¡Imbécil! ¿no conoces que para mi hermana estoy siempre en casa?

Al dia siguiente, la señora condesa salió á pasear, y la lindísima Julia volvió á visitarla.

— ¿Está mi hermana? pregunta al portero.

— Si está, señorita.

Baja del coche, sube á la habitación, recorre la casa, el palomar, el jardin, todo, y no encontrando á la condesa, se vuelve enojada.

— Mi hermana no está, le dice al portero.

— No está, señorita.

— ¿Por qué has dicho que sí?

— Porque me tiene prevenido que para V. está siempre en casa.


El pueblo siempre es igual.

— Observad, decia un adulador á Cromwel, la estraordinaria anuencia de forasteros que de todas partes ha venido á Londres para gozar de vuestro triunfo.

— No hagáis caso de eso, contestó el protector; lo mismo harían si me llevasen al patíbulo.


La esplicacion de un zapatero.

Decia un empleado de la limpieza á un zapatero de portal:

— Hombre, ¿en qué consistirá que está en el invierno el aire tan frío?

— ¡Bah! es cosa muy sencilla: mira, como en el invierno cierra todo el mundo sus puertas y ventanas,