—«Aqui vive el mejor zapatero del mundo.»
Así que el tercero se apercibió de los dos anuncios escribió el suyo, en el que se leia:
— «Aquí vive el mejor zapatero de la calle.»
— Diga V. , portero, ¿está el conde en casa?
— No está, señorito.
— Tengo precisión de hablarle; ¿se sabe á qué hora volverá?
— ¡Ah! señorito, cuando su escelencia manda decir que no está en casa, no se sabe á qué hora vuelve.
Conocemos un hombre ¡válganos Dios! con quien una señora de la alta sociedad se casó el año último por vengarse de su amado, que tuvo un dia la desgracia de sentarse encima de su perro convirtiéndolo en tortilla.
La mujer ha mirado siempre á su marido con tan solemne desprecio, que no ha querido descender nunca hasta el estremo de familiarizarse con él llamándole de tú.
— Si me dieses al menos alguna prueba de familiaridad, si consintieses siquiera en tutearme una vez, le decia en cierta ocasión el pobre marido:
— Dos lo haré, dijo ella, vete y no vuelvas.
Después de haber vivido Paulo Emilio muchos años con su esposa Papiria, la repudió, á pesar de haber tenido varios hijos, y entre ellos nádamenos que al famoso Escipion.
Este paso causó en sus amigos una impresión tan estraordinaria, que algunos de ellos no pudieron menos de acercársele, manifestando lo mucho