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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 155

— La mujer y la hormiga se valen de las mismas armas para hacer daño.


Lo que es un oso.

Un niño de ocho años estaba siempre diciendo á su padre:

— Papaito, papaito, yo quiero ver un oso; enséñame lo que es un oso.

Volviendo un dia los dos de paseo, dijo el padre á su heredero:

— ¿Quieres, hijo mió, ver ahora un oso?

— Si, papaito, sí,

— Pues ven á este lado para no llamar la atención.

— ¿En dónde está, en dónde está?

— ¿Ves aquel joven elegante que está mirando á nuestros balcones?

— ¡Ah! ¡papaito! aquel es D. Arturo, el que va á ver á mamá cuando tú estás en la oficina.

— ¡De veras! ¿estás seguro?

— Vaya si lo estoy.

— Pues entonces, hijo mió, si quieres ver un oso, mirame á mí.


El informe.

Diálogo entre un casado y un soltero.

— Quiero casarme, amigo mió; y tú que lo estás hace ya dos años, haz el íavor de decirme qué tal es la vida del matrimonio.

— Yo te diré, hombre; en los primeros quince dias, como no está uno acostumbrado á aquella vida, se pasa bastante mal.

—Pero, ¿y después?

—¡Después! ¡ah! después... es cosa de echarse al canal.


Las medias del revés.

Una madre muy cuidadosa decia á su hijo:

— ¿Por qué te has puesto, Ricardo mió, las medias al revés?