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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 143

Decia un filósofo:

— Dios ama á todas sus criaturas, pero cuesta trabajo el convencerse de que ame á los necios.

— El que dice una mentira, no sabe el trabajo á que se compromete, porque tendrá que inventar otras muchas para sostener la primera.


El bibliotecario ignorante.

Un embajador estranjero visitó la biblioteca del Escorial, y conoció que el bibliotecario era un ignorante. Habló después con el rey de la magnificencia del edificio, y dijo á S. M.:

— El encargado de la biblioteca es un hombre singularísimo, y tanto, quepodria ser un gran ministro de Hacienda.

— ¿Por qué? preguntó el rey.

— Señor, respondió el embajador, porque nada tomaría de vuestras rentas, así como nada ha tomado de los libros de su biblioteca.


El burro astrólogo.

Un rey que era muy amante de los astrólogos llevaba consigo uno, á quien preguntó cierto dia:

— Dime, ¿lloverá?

— Aseguro á V. M. un bello tiempo.

Pasaba á la sazón un labrador montado en su burro, y el rey le preguntó lo mismo.

— Señor, dijo el labrador; según tiemblan las orejas de mi asno, lloverá muy pronto.

Efectivamente, á poco rato comenzó una abundante lluvia. Sonrojóse el astrólogo, y el rey dijo:

— Creo que la plaza de astrólogo es inútil, y que, á ser necesario proveerla por oposición, se debía al burro de justicia.


El amor de afinidad.

Un joven elegante acariciaba mucho y de contínuo